lunes, 21 de marzo de 2016

LA VIDA RESCATADA DE DIONISIO RIDRUEJO. JORDI GRACIA.




  Justo cuando recién comenzaba la lectura de este libro, estaba yo enfrascado en la tarea de reservar alojamiento en un termal del Burgo de Osma. Efectivamente, sin haberlo buscado, y por pura casualidad, me entero de que, la histórica ciudad soriana, fue la natal de Ridruejo, el 12 de octubre de 1912.
  Jordi Gracia, el autor de esta irregular biografía, nació en 1965, escribe en diferentes medios y es catedrático de literatura española en Barcelona. Nada más comenzar, uno advierte que no va a ser una lectura placentera y veloz, sino encabritada e incómoda, llena de citas, fechas y recitas; de saltos, retrasos y bajones. De entrada no me gusta su estilo y enseguida se echa de menos, con solo cincuenta páginas leídas, el sosiego de alguna parada en forma de capítulo. No habrá tal hasta el final del libro, en la página 314. Toda su vida, una vida de novela o de película, contada de manera mezclada y caótica, y lo peor de todo: aburrida. Lo menos que se le ha de pedir a todo un catedrático de literatura es al menos un poco de orden. Cuánto se echa de menos la pulcritud de los anglosajones para estos menesteres.
  De el editorial de Solidaridad Obrera: “Franco, el hombre que Dios mandó para gobernar esta tierra de héroes, ha dado a España cuanto sus hijos deseaban: bienestar, orden, justicia equitativa y paz. Es extraordinario”. Como gobernar un cementerio. De ahí venían los tiempos del personaje.
  Ya se opera en él una metamorfosis hacia posturas fuera del ámbito falangista: “Aquí todo tiene límites claros y precisos: el mar, las tierras y las pasiones (generalmente tan pequeñas) de los hombres. No hay nada desmesurado, nada abstracto”.
  Ridruejo murió en 1975, todavía protestando por las muertes ejecutadas por la implacable mano franquista, combatiendo a los que ensuciaban su nombre. Un hombre que, no lo olvidemos, fue, sí, el que compuso en parte el “Cara al Sol”, pero también el que escribió poesía de altos vuelos y prosa certera, pero sobre todo, para mí, el traductor del que es uno de los monumentos literarios del siglo XX: “El Cuaderno Gris” de Josep Pla.

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