Aunque me gusta salir solo a Madrid hoy he
convencido a las niñas para que me acompañaran, ahora que están de vacaciones, y,
aunque ellas no lo supieran, el propósito principal era hacerme con el tercer
tomo de los diarios de Uriarte. Les he prometido ir donde quisieran y comer en
un buen restaurante. Hemos recorrido las calles bulliciosas y soleadas del
centro, llenas de turistas. Lo primero: no ha habido primavera. Del invierno al
verano sin transición. Pero da igual, se agradece, cómo no. La gente sonríe por
la calle incrédulas por el calor. La piel de las mujeres resplandece después de
un invierno duro y frío. Hemos ido al Retiro a caminar pero yo me he detenido
en las casetas de la Cuesta de Moyano buscando los Diarios. No lo tenían pero
en cambio he encontrado “La vida lenta”; unos diarios inéditos de Pla.
Siempre me han fascinado los árboles de la
entrada del parque, los mismos que enmarcaron la famosa foto de Pío Baroja.
Pinos imponentes a la manera de los romanos, escoltados por grandes eucaliptus que dotan al
aire de un aroma a vegetales sanos. A la izquierda, hablando de cuerpos, hay una
joven tumbada en puro biquini. Qué hubiera pensado Don Pío ante esa visión: carne blanca sobre fondo verde.
Imagino que lo mismo que a mí: buenas sensaciones. Después de una buena
caminata enfilamos por la puerta de Alcalá hacia Callao que es donde pienso
encontrar mi libro pero hacemos una parada en una de mis favoritas: la Antonio
Machado. Ahí sí lo tienen. Lo compro y también la biografía largo tiempo esperada
de Patrick Leigh Fermor, escrita por Artemis Cooper. Es caro pero el deseo de
tenerlo es más poderoso. Ojeo y pago rápido. Seguiría comprando: El reloj, de
Carlo Levi. Ya lo tengo en la cabeza como un gusano hambriento; tanto me gustó
su otro libro: Cristo se detuvo en Éboli. Llegamos a Callao, donde S. dice que
conoce un sitio que se come bien. Está cerrado así que entramos a un Di María.
Es caro pero siempre he sido feliz allí en la decena de veces que he comido o
cenado. El servicio es excelente. Te reciben con un cava rosado y un puré de
calabaza riquísimo. Carne deliciosa con patatas; una ensalada contundente a base
de lechugas, quesos y nueces, y un postre para compartir: milhojas de dulce de
leche. De regalo, sorbete de limón y una crema de yogur con jarabe de mango. Es
caro pero, ¿Cuánto vale la felicidad?
Caminamos hacia Ópera contentos. Comer bien
es uno de los placeres que más perduran en la vida. La alegran como pocas
cosas. Estamos deseando llegar a casa porque hacer turismo cansa mucho. Tenemos
la cara roja por el sol, poco acostumbrada a los rayos tan potentes.
En casa hojeo los libros que he comprado.
Tengo que aguantar el deseo de comenzar el de Uriarte pero hay que ser disciplinado
también en esto. Mañana o pasado acabaré Una Novela Rusa de Carrére. Como todas
las suyas, me está gustando mucho así que el esfuerzo se hace más llevadero. El
presupuesto, entre las compras y la comida, se ha disparado un poco pero me
consuelo en que no vamos a salir en estos días que vienen de descanso. Buen
tiempo, ejercicio y lectura por delante, ¿Qué mejor cosa?
Un gran día para recordar.
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