Debo confesar que no tengo ni idea de cómo ha
aparecido este libro en mi casa. Es del Círculo de Lectores y está editado en
el año 65. Cuando decidí leerlo (estaba en la balda de pendientes desde hace
años) pensé que quizá era en esos momentos la única persona en el mundo leyendo
este libro. El autor es un traductor al catalán que tuvo alguna repercusión en
los años cincuenta y sesenta como novelista y autor de teatro, ganando diversos
premios.
Trata, como dice el título, de una visita
inesperada de un antiguo amigo. El anfitrión es claramente el mismo autor: un
traductor agobiado por las prisas, por la economía y por una familia numerosa y
follonera. Y el visitante es un notario apocado y aburrido con falta de amor y
de mujer. Si el autor ha pretendido mostrar el fastidio y la inoportunidad de
la visita, lo ha conseguido. El lector asiste, aburrido también, al encuentro
de ambos “aburguesados” donde se cuentan cosas del pasado, no demasiado
divertidas a decir verdad. “Yo estuve enamorado de tu novia”, etc. Se nota, por
la época en que está escrita, el peso de la religión y de la iglesia en la moral de la gente:
“…el
problema se había planteado de nuevo para mí, en términos nuevos, desde la
muerte de Mercedes. Porque estando Mercedes con vida, el orden, el control,
tenían un sentido, más acá de la moral religiosa, y los impulsos, por lo menos,
una dirección, una meta, de modo que se investían por este solo hecho con una
dignidad propia de hombre. En tanto que muerta ella, yo me hallaba al albur de
todos los vientos, y los impulsos perdían en mí su dignidad humana y se
reducían a mero instinto biológico, y sólo me aguantaban los restos quebradizos
de la religión y una prolongada y profunda tradición de pudos, y, cada vez
menos intensamente, el recuerdo siempre absurdo, de una mujer, de una muchacha
muerta”.
Así que, una vez leído, a su lugar en sombra
de los amontonados sin importancia. Aunque, qué vainas, de todo se aprende.
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