Sólo un aficionado incondicional a la Gran Guerra debería
comprar y leer este libro. En estos diarios Jünger habla de la guerra y sólo de
la guerra. Casi setecientas páginas de vida de trincheras con miles de
disparos, miles de granadas de mano, miles de obuses, miles de descargas de
artillería y miles de muertos. Tengo
entre lo mejor de mis estanterías los siete tomos de sus memorias y diarios.
Imagino que para escribir su magnífica obra, Las Tempestades de acero, el
primer tomo de ellos, utilizó estos apuntes porque se habla en ambos del famoso
El bosquecillo 125. Pero a diferencia de éste en sus memorias abarca todo tipo
de temas. Qué leía, qué conversaba y con quién, y en definitiva, observaciones
interesantes y sumamente amenas. Pero con este Diario de Guerra 1914-1918 uno
queda saturado de espanto. Se dice siempre que la mayor parte del tiempo los
soldados gastan las horas en aburridas esperas o en inacabables marchas, pero
se diría, leyendo estos diarios que Jünger no hubiera hecho otra cosa que
combatir ininterrumpidamente durante cuatro años. A veces, incluso viviendo
escenas dantescas el hombre se vanagloriaba de estar disfrutando de tremenda
experiencia."Hoy por hoy me lo paso bien en la guerra y le he tomado el gusto, ese constante jugarse la vida tiene un atractivo enorme".
También me ha
llamado la atención la falta de sustancia. En cada uno de sus otros libros de
memorias o diarios he subrayado aquí y allá todo tipo de brillantes
observaciones o teorías o ideas. Aquí no hay absolutamente nada. Ni un
subrayado, ni una sonrisa ante algo increíble; tan sólo un altísimo y continuo
tronar de gritos y disparos.