miércoles, 27 de enero de 2010

ROBERT E HOWARD



El cine es lo que tiene: cuando se hace una película de éxito de algún personaje literario, ese personaje adopta el rostro de ese mismo actor para siempre: Sherlock Holmes, Ben hur, Papillón....
Para mí y para muchas personas, Conan tendrá para siempre, la cara del actual gobernador de California pero cuando era joven; Schwarzenegger. Todos los jóvenes quisimos ser fuertes y valientes como ese personaje de cómic, desenvolviéndose en esos escenarios de barbarie.
Todavía puedo ver las caras de asombro de mis amigos cuando veíamos las fotos de promoción de la película; con esos bíceps y tríceps imposibles. Con esos atuendos de cuero y esas defensas tan bien diseñadas.
El cuento o novela de Conan lo leí antes y me pareció mucho más despiadado incluso que la película (en la novela, aún no existía ese rostro que a veces tenía esa sonrisa tan bobalicona). Aunque hay que reconocer que marcó una época; al menos en el mundo en el que nos movíamos.

Robert E Howard vivió en un pueblecito de Texas. Su imaginación infantil quizá estuviera alimentada por las narraciones de terror que le contaba una cocinera negra, por su sangre de ascendencia celta, y por las amistades afines que tuvo. Fue íntimo amigo de H.P. Lovecraft (otra alegría de la huerta) donde ambos publicaron en la revista Weird Tales.
Howard nació en 1906. Treinta años después, debido a que su madre estaba al borde de la muerte y la quería de manera desproporcionada –murió a las pocas horas-, y debido también a que tenía deudas económicas –no siempre le pagaban por sus escritos lo estipulado en el contrato-, se introdujo en su coche y se pegó un tiro en la cabeza.
Tenía treinta años.

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