domingo, 24 de enero de 2010

La Romana. Alberto Moravia.


Hacía ocho años que tenía este libro en mi casa sin leer. Un blog de lecturas encontrado por ahí al azar (http://unaslecturas.blogspot.com/) hizo que me decidiera a leerlo. Ya está hecho.

La historia transcurre en la Italia fascista. Adriana es una prostituta de dieciocho años, que por lo que dice su madre nada más empezar y por lo que ella misma nos recuerda en cada ocasión, está muy buena: buenas caderas y piernas, buen trasero, una cara guapa, grandes pechos. Su madre, viuda que se dedica a la costura, le dice que se busque un trabajo pero al final se lo busca ella: modelo para pintores. Eso la hace prepararse para su futura ocupación: satisfacer los más profundos deseos de los hombres, que como se sabe, están en la piel.

Adriana es una chica buena aparte de estarlo y eso hace que vaya por ahí buscándose líos. Los hombres, qué mal parados salen los hombres en esta novela, son mentirosos, egoístas, salidos. Por su cama van desfilando toda la clase social de aquella época.

Leído por un lector del siglo XXI esta novela, aun admitiendo que tiene su fuerza, se queda un poco ligera, como de película de comedia italiana en blanco y negro.

Esto lo hizo mejor Sade con sus Infortunios de la Virtud. Adriana es una mezcla de Justine y Juliette. Una muchacha virtuosa a la que también le va la marcha. Porque hay que tener estómago para acostarse con tipos como los que describe, con esos olores y esas formas.

En fin, un tochón que se lee con agilidad y agrado.

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