martes, 5 de octubre de 2021

VIAJE A OXIANA. ROBERT BYRON.

  Una de las decepciones del año. Editaron este “clásico” de los viajes en mayo de este año y sin embargo era imposible encontrarlo en las librerías. Incluso en Amazón no lo tenían disponible. ¿Qué ha pasado con la distribución? Lo recomendó Félix de Azúa en su blog y suelo fiarme de su criterio. El caso es que aprovechando la visita a la feria del libro de este año pregunté por él y sólo después de preguntar en dos o tres me remitieron a una caseta donde disponían de un ejemplar: éste. 570 páginas, buena tipografía, fotos, bonita portada, grandes prólogos de gente importante. Todo venido abajo después de transitar por un texto aburrido y lleno de descripciones poco interesantes a quien la arquitectura le interesa lo justo. Es así. En un libro de viajes busco la anécdota, la vivencia, la historia, ya sea con minúsculas o mayúsculas, lo que come o lo mal que duerme. Para eso Paddy era un maestro o más cerca mi queridísimo Javier Reverte o el catalán que leo ahora, Xavier Moret. No he conectado con Byron qué se le va a hacer.

  En la contraportada se asegura que es una obra “poética, erudita y ácidamente humorística a la vez”. Lo niego todo. Quizá tenga más atractivo en su idioma en original, que ya se sabe que puede hundir una obra si está mal traducida, pero  desde luego a mí me ha aburrido. ¿Será por eso que la distribución ha sido tan escasa?

  El viaje abarca varios meses y está escrito en forma de diario. Apenas he señalado nada a no ser para remarcar lo difuso del mensaje:

  “Los últimos tres días estaba leyendo a Proust (y empiezo a observar en mi diario la intromisión de detalles incontrolados). La descripción que hace de cómo el nombre de Guermantes le hipnotizó me recuerda en qué medida el nombre del Turquestán me hipnotizó a mí. Esto empezó en el otoño de 1931. La Depresión estaba en plena marcha, Europa era insoportablemente sombría, uno se preguntaba si el comunismo sería la solución, y la única vía de escape parecía ser una villa en Kashi, donde no pudiera llegar el correo. Consulté la biblioteca de Londres, la de la Central Asian Society y la Scholl of Oriental Studies, pero por lo que se refería al interés arquitectónico y al histórico, el Turquestán ruso, si bien no tan lejano, ofrecía más que el chino”. Arenoso, aburrido, banal, ceniciento, y así hasta la z.

  Hubiera querido que tuviera más perlas de este tipo: escasas como un diamante:

  “Un conocido persa me ha prestado un ejemplar de Modern World Series sobre Persia. Los persas desprecian todos los libros que hablan de ellos, pero él dice que odia éste en particular porque la adulación es excesiva. Esto es algo maravilloso, viniendo de un hombre tan enamorado de su propia integridad como sir Arnold Wilson”.

  En definitiva, un libro sólo para los expertos en cúpulas persas o afganas y a viajeros de los llamados orientalistas, es decir, los que de alguna manera miran por encima del hombro a sus habitantes. (Véase el apéndice de Giulia Gallini).


 

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