lunes, 15 de febrero de 2021

TRES PERIODISTAS EN LA REVOLUCION DE ASTURIAS. CHAES NOGALES, JOSÉ DÍAZ FERNÁNDEZ Y JOSEP PLA.


 Me encanta esta editorial, Libros del Asteroide, viendo los cuatro que tengo me gustan todos. Enseguida la necesidad de conseguir la Vida de Manolo de mi querido Pla.

  Las crónicas son demoledoras. Una cosa es estudiar el episodio en el cole en dos apuntes, la Revolución de Asturias, y otra es que te cuenten las cosas todavía con los rescoldos humeando, los cuerpos de los muertos aún calientes, los llantos de las mujeres aún rasgando la cuenca minera.

  Los hechos muy resumidos: el 5 de octubre, aprovechando la huelga general en España (que fracasará en toda España) los mineros de la cuenca asturiana se alzan contra la autoridad, Guardia Civil y Ayuntamientos y se gobiernan, quince días, por medio de comités. Como dice Pla, comités desbordados hasta en dos ocasiones más por otros comités. Uno asiste a la acción tan sobrecogido como en la lectura de los sucesos de Casas Viejas tan bien narrados por Ramón J. Sénder, otro Asteroide.

  Ante la llegada de las tropas del General López Ochoa los mineros saquean y destruyen Oviedo. “Pasarán varios lustros de que Asturias pueda levantar cabeza si España entera no acude en su auxilio”. Ya casi estaban agotados, espantados de su propia acción. Muerte, destrucción, ruina. Faltaron tantas cosas para que hubieran podido triunfar...

  Aunque también se ha de reflexionar, y recordar, como se dice en la última página del libro: “La pobreza produce revoluciones y crímenes” Aristóteles. Pero Pla de alguna manera lo desmiente. Habiendo estudiado sobre el terreno las condiciones de los mineros dice que están mucho mejor que en muchas partes del territorio: mejores sueldos, mejores condiciones, mejor horario de trabajo.

  Las crónicas:

  José Díaz Fernández lo conocía de su estupendo libro sobre el Desastre de Annual, El Blocao, cuando me dio hace unos años por leer libros a porrillos sobre aquello. En este libro es el que hace la crónica más extensa y más pegada al terreno, terreno manchado de carbón y de sangre. Un minero: “ayer tiré las herramientas al río. ¡Viva la revolución!”.

  Así acaba el primer capítulo: “En la carretera quedaban mezclados y barajados por el destino cadáveres de guardias y de revolucionarios. Al día siguiente, los labriegos de las aldeas próximas abrieron una fosa en la falda del monte y los enterraron apilados, bajo el ronco zumbido de los primeros aviones”.

Se narran escenas desgarradoras. Una viuda de guardia desesperada buscando a su marido desaparecido. Preguntando en los hospitales de sangre, en las clínicas improvisadas. Llevando de la mano a su hijo, gritando a los jefes de los comités. Otra: “Un minero casi atlético mordía sus manos, donde salían túrdigas de piel. En vano pretendían sujetarle los enfermeros y sanitarios. Lograba desasirse de los que le sujetaban y volvía a su espantable autofagia”. Como dice el autor, algo digno de Poe.

  “La palabra revolución, que trepidaba dentro de ellos, como un motor, quería decir sobre todo acceso a una existencia hasta entonces vedada”.

  Cuántas veces los hombres se han visto arrastrados por el destino: “Los hombres comprendían por primera vez que a la vida no se la puede mirar con un encogimiento de hombros; que de pronto aparece con su garra siniestra, para sorprender a los más indiferentes”.

  Los fallos: “el sector más violento del proletariado, que vive la utopía del comunismo libertario, pero es incapaz de encuadrarse en una disciplina revolucionaria”. En el hecho de que “había que hacer algo revolucionario” se hicieron demasiadas tonterías.

  Como he dicho la crónica de Díaz Fernández es la más extensa, ocupando más de la mitad del volumen. Y puedo decir ahora que es también la más suculenta, aunque sea el menos famoso.

  En la crónica de Pla se habla de esto, claro, pero de forma más genérica, y también habla más de la situación general del país. Recuerda unos hechos en un párrafo que han sido repetidos muchas veces desde entonces: “Los hombres de Esquerra, que gobernaban en la Generalitat de Cataluña, a pesar de la magnífica posición de privilegio de que disfrutaban dentro del régimen, privilegio que no había nunca ningún partido político catalán, han creído que tenían que ligar su suerte a la política de los hombres más destructivos, más impopulares y más odiados de la política general. Se han equivocado, y lo han pagado caro. Han comprometido, sobre todo, lo que tendría que haber sido sagrado para todos los catalanes de buena fe: la política de la Autonomía, el Estatuto de Cataluña. No nos corresponde a nosotros emitir un juicio histórico sobre esta oligarquía que desaparece. Diremos solo que Cataluña sigue con su historia trágica, y que solo eliminando la frivolidad política que hemos vivido últimamente se podrá corregir el camino emprendido”.

Lo que le decía a Pla un ingeniero de una mina: “No puede figurarse la pedantería, la cultura primaria y esquemática, la locura interna de esta juventud. En Asturias ha habido, en los últimos meses, un programa político y social único que se resume en esta frase: ¡Como en Rusia! ¡Como en Rusia!

  “Los sucesos de Asturias, como los del País Vasco, como los de Madrid, son la consecuencia lógica y fatal del proceso político iniciado en el año 1931, proceso que por el momento no parece que haya terminado”. Así poco más o menos acaba la crónica de Pla. Recordar que de uno de los pueblos salió de allí llevándose las manos a la cabeza. Después de ver cómo entraba herida de gravedad una niña rubia “como un sol” cuyo pulmón había atravesado una bala.

  La crónica de Chaves Nogales es la más corta. Pero tiene mucha sustancia. Cada vez me pasa más que al leer a este hombre me pareciera estar leyendo al gran Camus.  

  Chaves Nogales asiste igualmente a la trágica conducta de unos pobres mineros que siembran el terror en el nombre de una revolución de la que ni siquiera sabían su significado.

  Maravilloso documento. Seguiré leyendo a estos tres monstruos del periodismo, de la historia, de la literatura.

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