El pasado 31 de octubre moría en Madrid mi querido Javier Reverte. No sabía que estaba tan enfermo. Así que, en cuanto pude me acerqué a la librería y compré su último libro de viajes. Este Suite Italiana.
Javier era uno de los pocos tipos que, si me lo hubiera encontrado por la calle, le hubiera saludado y le hubiera mostrado mis respetos y admiración. Un hombre humilde, culto, viajero, de los que saben moverse en solitario y también con amigos; cómo olvidar el viaje de África con su hijo. Qué suerte tener un padre así, al menos visto desde la atalaya del rendido lector.
Siempre, leyendo sus libros de viaje, se nota que le gusta la historia, la geografía y la poesía. Y hablar con la gente. Es, quitando el viaje físico, la mejor manera de viajar que se ha inventado: ir de la mano de un gran escritor y un gran observador.
Para ilustrar lo de la mafia vasca –para mí ETA devino en una mafia- con la colaboración de la iglesia vasca, un párrafo sobre la siciliana: “El cardenal Salvatore Pappalardo llegó a calificar el “macroprocesso” (se refiere al macro juicio que impulsaron los jueces Falcone y Borsellino, lógicamente antes de que los mataran) como un espectáculo opresivo, señalando que el aborto segaba más vidas que la Mafia”.
Aquí no queda más remedio que enlazarlo con el tema de las asociaciones de curas que han justificado el terrorismo de ETA y que, menos mal, le ha costado el puesto al párroco de Lemona por decir que es lógico que "un pueblo oprimido al que quieren conquistar responda con violencia". ¿Se puede ser más cínico? ¿Se puede ser más mala persona?
He pasado por Venecia y Trieste, la convulsiva historia de Sicilia. Las conquistas, las guerras, los terremotos, el Etna, la Mafia, la comida… es un gusto. Ya que no se puede viajar como uno quisiera en estos tiempos de pandemia al menos tienes un amigo (yo lo consideraba un amigo aunque no lo conociera en persona) que te enseña lugares únicos. Otra cosa que me gusta de sus libros es la infinidad de referencias a otros libros, párrafos entresacados, y muchas veces de autores de los que no tenía ni idea: hablando de lo blandito que eran los soldados italianos, los cuales se rendían tan rápido que era imposible gestionar la logística: “No se puede desarrollar un odio como es debido hacia unos soldados que se rinden ante uno tan deprisa que, para capturarlos, hay que darles cita con antelación”.
En una discusión con un vecino, intentando que lea El Gaopardo, del que dice que es, o era, una novela sobre comunistas, le pregunta: “-¿Y no cree que debemos leer y ver sólo aquello que comprendemos y cuyas ideas compartimos?
-Es más bien al revés.
-¿Y por qué?
-Porque, a veces, tu enemigo puede tener razón. La libertad a menudo consiste en cuestionar tus convicciones”.
Unas frases que yo en utilizado en muchas ocasiones para defender la libertad, y la democracia.
Y otra frase, rescatada del libro de Lampedusa que tantas veces he recordado: “Un palacio del que se conocen todas las habitaciones –decía el Tancredi de la ficción- no es digno de ser habitado”.
Por desgracia nunca más volveré a esperar el próximo de Javier Reverte. Espero de corazón que en el más allá encuentre su paisaje africano, o aquel en el que haya sido más feliz.
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