Muchos amigos y conocidos, sabedores de mi apetito insaciable de lectura, me llevaban recomendando con fervor que leyera a Santiago Posteguillo. Siempre me había negado. Siempre me decían: es como ver y estar en medio de las legiones romanas, es como una película. No es para mí esa clase de lecturas, les decía. Tú pruébalo y luego nos cuentas. Y así ha sido. Por fin he leído Africanus, la primera novela publicada de él. En el prólogo a esta edición del 2020 cuenta que en su día, antes del 2006, fecha de la primera edición, envió a varias editoriales su manuscrito y todas le dijeron que lo sentían pero no la veían para su editorial. Así que estuvo a punto de abandonar. Pero una pequeña accedió, se la publicó y al poco Ediciones B se hizo con ella; sacó una edición de cierta calidad y… ha vendido millones de ejemplares en todo el mundo, aparte de las secuelas, premios, Planeta, etc. Daría lo que fuera por ver las caras de todos esos listos que dijeron no a un autor que ha hecho ganar millones al que dijo que sí. Es, en efecto, una novela fácil. Una de romanos. Pero ¿a quién no le apetece ver alguna vez una de romanos? Y me ha gustado. Y sí, uno puede moverse por las escenas que cuenta, virtud no poco desdeñable en la vorágine de una guerra que dura años. En todo momento el lector sabe dónde y con quién está, qué personaje es y la relación de los que le rodean. Eso para mí es importante. Aunque a la vez también hay que decir que uno podría haber paseado por estas mismas páginas en formato comic.
La novela trata de la II guerra púnica entre las tropas de cartagineses de Anibal, y la Roma cuyas tropas comanda Publio Cornelio Escipión, Africanus, hijo del Cónsul del mismo nombre. Un Anibal crecido después de atravesar los Alpes enfrentado a ocho legiones romanas, el mayor ejército nunca visto en la historia de las guerras de Roma. Cientos de miles de hombres en una extensión de no más de tres kilómetros de ancho. Batalla de Cannae, ahí se decidía todo: la supervivencia o la destrucción de un imperio, de una civilización. Y hay que darle la razón a Steven Pinker cuando decía que en la antigüedad era infinitamente más violenta la humanidad. Hay que imaginar a miles de hombres enzarzados a lanzazos, espadazos y hachazos. Los gritos, los heridos, la agonía. La sangre y el tajo de cerca. El olor al sudor y a la sangre.
Posteriormente se narra el asalto de la capital de los cartagineses: Cartago con dos legiones mandadas por un jovencísimo general de 24 años, Publio Cornelio Escipión, vengando así la muerte de su padre y su tío en la referida batalla de Cannae.
También, para compensar un poco de tanta lucha entra en escena, como un secundario prescindible, el autor de teatro Plauto. Bueno, está bien. Se cuenta una escena en la que contra todo pronóstico triunfa con su obra La Asinaria mientras que el futuro general Escipión es un concejal de festejos que asiste desde la primera fila a uno de los aplausos más largos y sonoros de la historia. Tito Macio Plauto es representado en todo el mundo desde entonces: estamos hablando de una obra estrenada hace más de veintidós siglos.
Posteguillo ha seguido publicando secuelas de la época romana e incluso ha ganado el Planeta, sabedores ésta del tirón de ventas. Me alegro infinito por él. Por mi parte diré que está bien, que ya sé quién es Posteguillo y que he disfrutado de leer una novela que me ha costado justo diez días; de casi setecientas páginas de letra apretada. Y he aprendido muchas cosas interesantes pero no creo que vuelva a embarcarme en otra novela suya.