domingo, 14 de junio de 2020

RAFAEL GARCÍA MALDONADO. DIARIO DE CABOTAJE. UNA INMENSA SOLEDAD.



  Lo primero es saber que el autor apenas tiene cuarenta años, está casado y, mientras escribe el libro, tiene un hijo y, a pesar de todo, lo subtitula: Una inmensa soledad. Imagino que a su familia no le agrade mucho dicho subtítulo. Allá cada cual.
  Supe de este autor, de estos diarios, a través del blog de José Antonio Montano, periodista malagueño al que sigo desde el principio, desde que escribía tan brillantemente en el maravilloso, desaparecido y libre blog de Jabois. Y como me gustan tanto los diarios pues me he hecho con él, en una humilde editorial de Sevilla, anantes. Todo sea por animar el cotarro, y a Rafael.
  Rafael García Maldonado es un boticario, un farmacéutico afincado en Fuengirola y con establecimiento en Coin, cuarta o quinta generación de farmacéuticos. Y es un letraherido de manual. Le pasa lo que a muchos que les apasiona leer: todo el tiempo que no escribe y sobre todo, que no lee, le parece una pérdida de tiempo y eso es una enfermedad, de ahí lo de herido.  Por eso protesta del tiempo que le quita su trabajo, las reuniones insulsas, las obligaciones familiares y domésticas, etc. Tremenda la bronca por no hacer las labores de casa. Me ha sonado a algo cercano. Me ha gustado sustancialmente haber hecho el desembolso pues he disfrutado y me ha hecho anotar libros que, habiéndolos tenido en las manos, rehusé llevármelos un día: Los diarios de Miguel Torga, En el culo de mundo, de Lobo Antúnes. Otro más para la colección. Lo pondré al lado de los diarios de Iñaqui Uriarte, de lo que mejorcito.
  Una cosa que me ha chirriado un tanto es su insistencia en triunfar en esto de los libros. En ser el mejor, en poder dedicarse en cuerpo y alma sólo a escribir como profesión. Para eso se presenta a premios, a promocionar sus libros (tiene publicadas un par de novelas y un ensayo con la figura de Benet como tema central), se queja de que hay pocos y malos lectores, etc. Me hubiera gustado un poco más de humildad pero creo que se dejó llevar por ese autor que prescribía que solo hay que dedicarse a escribir quien se considera el mejor. Por eso yo jamás me dedicaré a tamaña tarea.
  Cuando estaba ojeándolo, nada más recibirlo, me topé con un párrafo donde criticaba la ingente labor de Trapiello (palabras mayores) por “traducir” al castellano actual el Quijote. Mal empezamos, pensé. Pero veo con alivio que al final de su lectura se congracia con él y con su labor. Digo yo que Trapiello no obliga a nadie a leerlo como siempre. Le da una oportunidad al lector que quiera leerlo de esa manera. Incluso a nadie obliga a leerlo de una manera u a otra. Yo que lo he leído con gusto y pasión, el de siempre, lo leeré de nuevo para ver qué tal.
  Cosas que he subrayado: “A lo largo de la historia todos los pensadores, todos, han sido unos señoritos”. Que ha hecho que me acordara de lo leído hace poco no sé dónde: que la historia la escriben no los vencedores sino los ociosos, los que pueden escribir y pensar.
  También me gustan muchas de las citas que pone: “Un escritor es alguien para quien la escritura es más difícil de lo que lo es para el resto de las personas”. Thomas Mann.
  Observaciones que me han llamado la atención: Que le gusta la poesía de Luis Alberto de Cuenca porque tiene poquísimo de poesía.  “Una vez –dice él- vio el farmacéutico un folio a mano de Flaubert, donde para un solo párrafo había ensayado veinticinco versiones diferentes”. Por cierto que no me gusta que escriba en tercera persona. Un diario es tan personal que es de uno mismo, nunca mejor dicho. A veces confunde.
  “Lo que para la gente es costumbre, para un escritor es asombro”.
  Ya sé quién lo dijo: “Sólo debería escribir si tienes la sensación de que eres el mejor. Para escribir hace falta paciencia, orgullo y soledad”.
  “Toda palabra es una palabra de más”. Ciorán.
  “A la gente que me dice que no lee le digo que podría ahorrarse la confidencia: se le nota”. Manuel Alcántara.
  Seguiré a este autor. Me ha convencido, y si voy alguna vez a Coín y me hace falta una medicina, iré con gusto a comprarla a su farmacia, y de paso, si surge, charlar un momento de su libro, de los libros.  

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