jueves, 4 de junio de 2020

EL INFINITO EN UN JUNCO. IRENE VALLEJO.


Después de muchas recomendaciones, de coblogueros, de Vargas Llosa, de Montero, de Millás, etc, he terminado de leer este libro. Está muy bien escrito, es ameno, didáctico más que erudito, y lo dice todo con cierto encanto. Pero es verdad que debo darle la razón a un compañero que dice que le sobran páginas. Las últimas cien son un poco tirar de aquí para allá y dar vueltas al molino. Pero se lo perdono. Tampoco se me ha hecho pesado a pesar de esas cosas. Esta mujer, insultantemente joven, debería ser postulada ya para: miembra de la real academia de la lengua, miembra de la real academia de historia, premio, o premia cervantes, y lo que haga falta. Y no lo digo con ironía. Me ha proporcionado un buen rollo anímico durante una semana. Tiene 400 y pico de páginas.
  Abarca como grandes bloques el mundo griego y el mundo latino. Siempre hay que regresar a esos mundos, queramos o no. Pero también toca muchos temas que a los que nos gustan los libros siempre nos va a interesar. Por ejemplo las podas de los libros porque ahora sean políticamente incorrectos: Como en las aventuras de Huckelberry, de donde se querían quitar de sus páginas la palabra “nigger” por considerarla ofensiva para los negros de hoy. 

“Sentir cierta incomodidad es parte de la experiencia de leer un libro: hay mucha más pedagogía en la inquietud que en el alivio. Podemos hacer pasar por el quirófano a toda la literatura del pasado para someterla a una cirugía estética, pero entonces dejará de explicarnos el mundo”.
 La edición. Es una edición de Siruela cuya tipografía, color y olor de papel me fascina. Ya lo ha dicho muchas veces Trapiello: un mismo libro dice cosas muy distintas dependiendo de la edición. Por eso jamás leo en aparatos. Siempre en papel, aunque me vaya inundando la casa. No me importa. De momento tengo sitio más que suficiente.
  A veces se permite ciertas licencias que causan un poco de sonrojo como comparar a Plinio, Virgilio, y demás gigantes como estrellas de rock actuales, perseguidos por una masa de fans descocados.
  A veces surge una idea que me encanta y por eso lo anoto: la paradoja triste y alegre a la vez de que precisamente una erupción y posterior carbonización de una biblioteca de la antigüedad haya servido a la vez para su destrucción y para salvarla. Ninguna ha quedado para la posterioridad excepto la de Herculano sumida en cenizas en el año 79 de nuestra era.
 La idea tantas veces discutida: si es preferible una libertad llena de peligros o una jaula de oro de necesidades cubiertas a cambio de no vivir aventuras. Ulises nos responde a eso. Habla mucho de Alejandro Magno. Pocas veces he leído sobre el macedonio páginas tan bonitas. Pero, ¿fue un conquistador, un héroe, un asesino? Peliaguda cuestión.
  Mezcla muchas veces en diferentes partes del libro reflexiones propias de la vida de la autora como cuando compara, la tarea de aprender a leer, con la historia lectora de la humanidad: “Los primeros relatos de tu vida entraron por las caracolas de tus orejas; tus ojos aún no sabían escuchar. Luego llegó el colegio: los palotes, los redondeles, las letras, las sílabas. En ti se ha cumplido a pequeña escala el mismo tránsito que hizo la humanidad desde la oralidad a la escritura”.
  Cita chula de Borges: "De los diversos instrumentos del hombre el más asombroso es, sin duda, el libro. El microscopio y el telescopio son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”.
  Arquíloco que desde joven tuvo que buscarse la vida como soldado de fortuna: “en las fronteras entre la cultura y la barbarie, conoció las realidades sórdidas detrás de los ideales bélicos”.
  “La tolerancia tiene conjugación irregular: yo me indigno, tú eres susceptible, él es dogmático”.
  Habla de Antifonte, el padre de los psicólogos seguramente: “Usaba el fármaco de la palabra persuasiva para curar la angustia y, según nos dicen los autores antiguos, llegó a hacerse famoso por sus razonamientos sedantes”.
  Séneca: “un hombre es rico cuando sus necesidades son sobrias”. 

  Sí, quizá hacia el final del libro sintamos los lectores un poco el desorden, la reiteración. Pero a mí, lector infatigable de diarios, que también lo practican, no me ha molestado en absoluto. Y por eso, porque me ha gustado tanto, y porque la edición es preciosa, va a ocupar el lugar de más honor de mi biblioteca, la que está en el salón, y ocupará un espacio pegado a las obras completas de Borges, los diarios de Trapiello y los diarios de Jünger, entre otros.

No hay comentarios: