Después
de muchas recomendaciones, de coblogueros, de Vargas Llosa, de Montero, de
Millás, etc, he terminado de leer este libro. Está muy bien escrito, es ameno,
didáctico más que erudito, y lo dice todo con cierto encanto. Pero es verdad
que debo darle la razón a un compañero que dice que le sobran páginas. Las
últimas cien son un poco tirar de aquí para allá y dar vueltas al molino. Pero
se lo perdono. Tampoco se me ha hecho pesado a pesar de esas cosas. Esta mujer,
insultantemente joven, debería ser postulada ya para: miembra de la real
academia de la lengua, miembra de la real academia de historia, premio, o
premia cervantes, y lo que haga falta. Y no lo digo con ironía. Me ha
proporcionado un buen rollo anímico durante una semana. Tiene 400 y pico de
páginas.
Abarca como grandes bloques el mundo griego y
el mundo latino. Siempre hay que regresar a esos mundos, queramos o no. Pero
también toca muchos temas que a los que nos gustan los libros siempre nos va a
interesar. Por ejemplo las podas de los libros porque ahora sean políticamente
incorrectos: Como en las aventuras de Huckelberry, de donde se querían quitar
de sus páginas la palabra “nigger” por considerarla ofensiva para los negros de
hoy.
“Sentir
cierta incomodidad es parte de la experiencia de leer un libro: hay mucha más
pedagogía en la inquietud que en el alivio. Podemos hacer pasar por el quirófano
a toda la literatura del pasado para someterla a una cirugía estética, pero
entonces dejará de explicarnos el mundo”.
La edición. Es una edición de Siruela cuya
tipografía, color y olor de papel me fascina. Ya lo ha dicho muchas veces
Trapiello: un mismo libro dice cosas muy distintas dependiendo de la edición.
Por eso jamás leo en aparatos. Siempre en papel, aunque me vaya inundando la
casa. No me importa. De momento tengo sitio más que suficiente.
A veces se permite ciertas licencias que
causan un poco de sonrojo como comparar a Plinio, Virgilio, y demás gigantes
como estrellas de rock actuales, perseguidos por una masa de fans descocados.
A veces surge una idea que me encanta y por
eso lo anoto: la paradoja triste y alegre a la vez de que precisamente una
erupción y posterior carbonización de una biblioteca de la antigüedad haya
servido a la vez para su destrucción y para salvarla. Ninguna ha quedado para
la posterioridad excepto la de Herculano sumida en cenizas en el año 79 de
nuestra era.
La idea tantas veces discutida: si es
preferible una libertad llena de peligros o una jaula de oro de necesidades
cubiertas a cambio de no vivir aventuras. Ulises nos responde a eso. Habla
mucho de Alejandro Magno. Pocas veces he leído sobre el macedonio páginas tan
bonitas. Pero, ¿fue un conquistador, un héroe, un asesino? Peliaguda cuestión.
Mezcla muchas veces en diferentes partes del
libro reflexiones propias de la vida de la autora como cuando compara, la tarea
de aprender a leer, con la historia lectora de la humanidad: “Los primeros
relatos de tu vida entraron por las caracolas de tus orejas; tus ojos aún no
sabían escuchar. Luego llegó el colegio: los palotes, los redondeles, las
letras, las sílabas. En ti se ha cumplido a pequeña escala el mismo tránsito
que hizo la humanidad desde la oralidad a la escritura”.
Cita chula de Borges: "De los diversos
instrumentos del hombre el más asombroso es, sin duda, el libro. El microscopio
y el telescopio son extensiones de su vista; el teléfono es extensión de la
voz; luego tenemos el arado y la espada, extensiones del brazo. Pero el libro
es otra cosa: el libro es una extensión de la memoria y la imaginación”.
Arquíloco que desde joven tuvo que buscarse
la vida como soldado de fortuna: “en las fronteras entre la cultura y la
barbarie, conoció las realidades sórdidas detrás de los ideales bélicos”.
“La tolerancia tiene conjugación irregular:
yo me indigno, tú eres susceptible, él es dogmático”.
Habla de Antifonte, el padre de los
psicólogos seguramente: “Usaba el fármaco de la palabra persuasiva para curar la
angustia y, según nos dicen los autores antiguos, llegó a hacerse famoso por
sus razonamientos sedantes”.
Séneca: “un hombre es rico cuando sus
necesidades son sobrias”.
Sí, quizá hacia el final del libro sintamos
los lectores un poco el desorden, la reiteración. Pero a mí, lector infatigable
de diarios, que también lo practican, no me ha molestado en absoluto. Y por eso, porque me ha gustado
tanto, y porque la edición es preciosa, va a ocupar el lugar de más honor de mi
biblioteca, la que está en el salón, y ocupará un espacio pegado a las obras
completas de Borges, los diarios de Trapiello y los diarios de Jünger, entre
otros.
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