Volumen correspondiente al año 98. Editado en 2003. Qué hacía
yo en el año 98, qué libros leí, qué películas vi, qué hechos puedo jurar que
me acontecieron: ni idea. Es lo bueno de tener un cuaderno en el que volcar
todo. ¿Vive más uno que no escribe lo que le pasa que uno que sí lo hace? No lo
sé. Él, el autor, se queja de que no le ocurre apenas nada reseñable. A mí me
parece que sí. En cualquier caso me parece que lo que cuenta, lo que cuenta muy
bien.
En este año a él le han pasado muchas cosas.
Las mismas de siempre: Viñas, conferencias, viajes, comidas, encuentros y
desencuentros. Lo de todos los Pasos. Pero todo tiene un matiz distinto; un año
distinto. Me preguntó en la caseta, el 1 de junio, qué tal la experiencia de
leerlos hacia atrás. Y nada, le dije, creo que lo repito, que cada año es más joven,
sus hijos más niños y así.
Los dos acontecimientos que más voy a
recordar de este Siete (El título viene de que le robaron el número de metal,
bruñido, nuevo, del portal de su casa, en Conde de Xiquena). El otro día fui
paseando por esta misma calle y tuve la esperanza de encontrarme con él. Pero
eso solo sale en los libros, no en la vida real. El caso es que recordaré la
muerte de su padre, triste, donde uno no puede evitar soltar un ramillete de
lágrimas por lo bien contado que está, su visita en Tenerife de Loro Park (un relato
que debería estar en la antología del humor) y la lucha en su casa de las Viñas
contra las ratas.
He notado que cuando no leo un libro de
Trapiello o por lo menos no tengo un libro en la estantería de los pendientes
de él, estoy un poco más triste. Así que ahora no puedo más que encargar los
siguientes: El Fanal y Locuras sin fundamento. Qué buenos títulos.
También se vuelven a meter con su apellido.
Es una constante. Que no me entere yo. Cualquiera que se meta con Trapiello
será retado a un duelo por mi parte.
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