lunes, 19 de marzo de 2018

ANTONIO MUÑOZ MILINA. UN ANDAR SOLITARIO ENTRE LA GENTE.



  Llevo ciento cuarenta páginas leídas y puedo decir ya que el libro me está gustando: más de lo que yo creía. Quizá guste más a los lectores habituales de diarios como es mi caso. Ese puzle hecho con retazos de lecturas, paseos, pensamientos, conversaciones… “El gran poema de este siglo solo podrá ser escrito con materiales de desecho”. Es posible que esta frase, escuchada en el Café Comercial, y dicha por quien se encontraba a su espalda en esos sofás granates y que no pudo ver, dicha al teléfono o a otro interlocutor invisible, sea el germen de todo el libro.  
  No debe ser fácil ser escritor sin caer en el aburrimiento y el desánimo: “Y qué alivio este nomadismo sobrevenido del verano, este contratiempo convertido en ventaja. No sentarme cada mañana en el escritorio de siempre como un funcionario desganado de mi propio oficio, de mi vocación peligrosamente aletargada en rutina”.
  “El cerebro humano se deforma y se atrofia si la inteligencia se ocupa demasiado en cosas que no requieran vigor físico, destreza manual, fuertes impulsos sensoriales”.
  Las citas tan bien venidas de sus escritores preferidos, como esta de Baudalaire: “No permitas que ningún pensamiento se te escape de incógnito, y mantén al día tu cuaderno de apuntes tan estrictamente como las autoridades mantienen sus registros de extranjeros”.
Al pie de la página 123 se desmenuza lo que seguramente fue una depresión de caballo: “Quizá le tengo más apego a estas botas porque fue con ellas con las que me perdí y con las que he vuelto al mundo. Me llevaron también en los meses en los que andaba como una sombra, con una pesadumbre que me inclinaba la cabeza hacia el suelo y me agobiaba los hombros siempre encogidos”.
  Doscientas páginas. La publicidad, ese mantra que impregna el libro, y que parece sacado de una película futurista en la que llega un personaje del pasado para adentrarse en las calles fascinado por las luces, los mensajes, los mandatos escuchados a cada paso. Un escritor es alguien que observa y se asombra.
  Bajo mi punto de vista el libro aborda cuatro temas:
  El tema del medioambiente, donde se recuerda el desastre que estamos haciendo al mundo llenándolo de plásticos, millones de millones de colillas, la explotación sin fin de los mares. Impagable la descripción de las bolsas que pululan por las calles o se mantienen enganchadas a los árboles: “El viento las agita como banderas tibetanas de oración”.
   Otro sería la publicidad. Antonio hacia el final del libro (acabo de terminarlo) confiesa sentirse sumido en una especie de resaca insana: “La basura verbal se acumula en el cerebro como los metales pesados en el limo de los fondos marinos”. “… pronto hará un año, como el investigador que se inocula a sí mismo una dosis excesiva del agente patógeno para el que busca un antídoto. Las voces me rodean como si pertenecieran a los bultos de los pasajeros dormidos a mi alrededor”.
  Otro tema es el de los escritores que admira y que también, como él, han recorrido las calles de las ciudades que les tocó vivr: Baudelaire, Hermann Melville, Pessoa, Walter Benjamin, Poe, Joyce, y un pequeño etcétera. Y esas anécdotas tan sabrosas que cuenta: “A los siete años, Stendhal encuentra un Don Quijote en la casa sombría donde su padre lo lleva a vivir después de la muerte de su madre, y leyendo la aventura de los molinos suelta por primera vez una gran carcajada”.
 Y por último el tema más importante yo creo: el amor por su mujer: Elvira Lindo. Descripciones, aunque veladas, de sus encuentros amorosos, el calor tibio de su cuerpo, su manera de ser, la conversión en refugio el uno del otro, la admiración incondicional. Qué bonito y cuánto me gusta.
  “He alzado los ojos y he visto en los suyos el mismo asombro del encuentro sin aviso”.
  Decir que me ha gustado es como acertar la primitiva sacando seis bolas en un bombo con solo seis bolas. Antonio Muñoz Molina me gusta desde siempre, y de todos sus libros he sacado provecho. Éste que a priori pudiera ser extraño me ha gustado especialmente, hecho como un rompecabezas, un puzle, un collage, un diario, unos carnets, apuntes, recortes… ¡vida!   

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