lunes, 25 de enero de 2016

APULEYO. EL ASNO DE ORO O LAS METAMORFOSIS


Este es uno de los libros que encontré a punto de ser tirados al contenedor de papel de un punto limpio. Según las cuentas fue escrito hace 1846 años. Solo hay que pensar en las cosas que le ha ocurrido desde entonces a la humanidad. Dice el prólogo, y estoy de acuerdo, que hasta el mismo Cervantes se inspiró en este libro para escribir su Quijote. T.E. Lawrence lo llevaba siempre en su mochila en la época de la rebelión árabe. Tiene un estilo moderno. Los clásicos son clásicos porque siempre son modernos. Y no es fácil traspasar el filtro de dieciocho siglos. Del prólogo de Jose María Royo: “Lo último que sabemos de su vida es que hacia el año 170 d. C., en tiempos de Marco Aurelio, escribió la obra de Las Metamorfosis que ahora nos ocupa”.
“-Compadécete de mí y alíviame lo más pronto posible, pues, como ves, anda ya cerca la batalla que habías declarado sin cumplir el oficio fecial, y yo tan subido en mi violencia que, desde la primera flecha recibida del cruel Cupido –que vino a clavarse en lo más hondo del corazón- tengo armado el arco con tal temple, que temo que se le rompa el fleje de tanta tensión como acumula. Pero antes, para satisfacerme plenamente, desátate el cabello y vuelve a abrazarme amorosamente con la melena suelta”.
 Un sevillano o gaditano de pro, compararía este párrafo, esta figura, con el cuello de un cantaor flamenco muy enamorado.
  Apuleyo nació en Madaura, cerca de Cartago, norte de África.

  En sus viajes por Grecia, Roma y Alejandría se vio envuelto en varios pleitos por el tema de la magia negra, lo que a buen seguro proporcionó material para todas estas aventuras. Lucio, el protagonista y narrador, es convertido en un asno debido a un sortilegio de una bruja. Tiene el cuerpo de un burro pero la mente de una persona inteligente y observadora (está muy orgulloso de su nuevo y aumentado sexo). Por cierto, hay alguna escena que no desentonaría en una prohibida y secreta escena de porno duro con el bestialismo como tema central. “Ay de mí! Si llegara a desgarrar a una tan noble dama, habría de verme entre las fieras que tenía preparadas el amo… Me abracé a su abrazo con fuerza, y ella dio buena cuenta de mi totalidad, absolutamente. Cada vez que intentaba salirme para no hacerle daño, ella se apretaba contra mí con encarnizamiento frenético, fuera de sí, y se pegaba en anudamiento tan apretado, abrazándose a mi espalda, que ¡por Hércules! Llegué a pensar que me faltaba algo para satisfacer sus ansias…”.
  En fin, que al hombre y a la mujer, en cualquier tiempo y circunstancia, les ha gustado esto de la coyunda, esté ésta hecha como sea y donde sea. Y a lo que parece, con lo que sea.

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