Este libro lo vi en un
puesto de la Cuesta de Moyano que tiene una peculiaridad: lo regenta un chaval
joven que al parecer sabe un poco de lo que vende, y sobre todo tiene algo
extraño: siempre que paso por allí compro algo en su caseta, no falla. Este me
lo vendió cuando mostré interés por él, junto con uno extrañamente barato: una
edición en tapa dura y buen estado de las memorias de Azaña del año 32. “Te
dejo los dos por trece euros”. Hubiera pagado eso mismo por cualquiera de los
dos, así que, en esta ocasión, no me fui a casa con un remordimiento demasiado
elevado.
El diario de Grass está
escrito en los albores y en los meses posteriores de la unificación alemana.
Fue el nobel alemán una de las voces más críticas de aquel suceso que habría de
cambiar la fisonomía europea. Muchas de las entradas las dedica a despotricar
de los políticos que la estaban llevando a cabo y para eso se implicó en la
campaña del “no” viajando de aquí para allá y dando conferencias. Decía que iba
a ver dos Alemanias, que iba a ver desigualdad, movimientos sociales
indeseables, etc. “…Conversación con Pörner, de Leipzig, moderada por Lohr, de
la NDR, el programa regional. Ambos coincidimos en valorar como ruinosas las
consecuencias de la unión monetaria”. A
toro pasado, está claro que se equivocó. Alemania ha perdido las dos guerras
mundiales, sí, pero está claro que ha ganado la paz, si es que no es ésta, la
paz, una continuación de la otra, la guerra.
También menciona mucho la inminente intervención a lo bestia de
EEUU en Irak por la invasión de este país en Kuwait. Y también se equivoca
cuando habla de catástrofes nucleares, armas de destrucción masiva, etc. Pero
claro, es fácil caer en la propaganda de los poderosos.
Los primeros estudios de
Grass fueron sobre arte: dibujo, pintura y escultura. Me gusta el estilo. En
las páginas del libro se pueden ver distintos temas dibujados: un sapo, un saltamontes, los
restos de un pescado recién comido, un paisaje, un autorretrato. Llena el
espacio con muchas líneas. Hay mucha información en cada dibujo, como de
garabato, pero en el conjunto consigue dar a la figura una realidad que está
muy bien.
Una observación que me ha
gustado: “…no han tocado el núcleo del problema: los ataques toscos no permiten
más que una defensa tosca, es decir, frontal”. Por eso a veces es mejor el
silencio a la tosquedad, a la sin razón o a las razones vagas.
Una denuncia que tiene su
cosa: el que los alemanes venden armas y gases a Irak que podría utilizar
contra Israel y volver de alguna manera a repetirse la historia. “Un escándalo
en la guerra del Golfo que de día a día se haciendo posible sería, y podría
serlo mañana mismo, que Irak atacar con misiles de gas tóxico grandes ciudades
israelíes, y de esa manera los alemanes, de los que el mundo supuestamente ya
no tiene por qué tener miedo, volvieran a participar en el exterminio de
judíos, en tanto que proveedores originarios. La mera posibilidad tendría que
provocar protestas, si no ya en Alemania, sí en el extranjero”.
Otra sobre las mujeres: “Ayer
entre el público, como en todas partes, más mujeres que hombres… Probablemente
sin mujeres no habría literatura”. Quizá sea algo parecido a la cocina: las
mujeres son las que en masa hacen trabajar los fogones pero serían los grandes
chefs los que despuntan en el mundo.
No me ha parecido un
libro difícil de leer. Sin embargo he echado de menos más referencias a
lecturas, historia, etc. Ni comparación con su paisano, Ernest Jünger: cada
página de sus diarios, un perita en vino dulce. Pero claro, Günter Grass ya se
confiesa en su primera entrada: “No soy un apasionado escritor de diarios”, y
ya se sabe, sin pasión no hay contagio.
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