En 2015 a esta escritora bielorusa le
concedieron el premio Nobel de literatura. Se lo podrían haber otorgado también
como periodista, pero no existe. Según la wikipedia este libro aún sigue
prohibido en Bielorusia. Para poder acumular la cantidad de información humana
que contiene, Svetlana entrevistó durante veinte años a cientos de hombres y
mujeres afectados. Para millones de personas en todo el mundo el accidente se
resumió en algo que pasó lejos y en si sus vidas, las vidas de millones de
europeos, se iba a ver afectada y en qué medida. Pocas veces, después de leer
el libro, he estado más de acuerdo en la concesión del premio sueco. Y es que
el mérito a mi entender es dar voz a las personas que lucharon y sufrieron por
el accidente. Me empecé a interesar por el tema de Chernóbil desde que leí el
estupendo reportaje de Ander Izaguirre en el Jot Dowon de hace aproximadamente
un año. En el techo los hombres “luchan con palas contra el átomo”.
El primer capítulo “Una solitaria voz humana”
lo comencé a leer por la mañana temprano, tomando mi café con tostadas. Al poco
rato ya debí agarrar la primera servilleta de papel que encontré para limpiarme
las lágrimas que resbalaban por las mejillas. Qué dolor debió pasar aquella
gente, y durante cuánto tiempo, días, meses, años. La población estaba, como
ellos mismos decían una y otra vez, preparada para una guerra, pero no para
eso. El ser humano no está preparado ni capacitado para enfrentarse a algo así.
Decían los “liquidadores”, los encargados de apechugar con los trabajos, que
nunca habían hablado tanto de filosofía. Necesitaban entender. Cuando uno lee
el sufrimiento tan de cerca, de personas que han sufrido, que han perdido la
vida que llevaban (“era tan fácil ser feliz”), uno no tiene más remedio que
emocionarse. Ella, la autora, ha sido capaz de dar voz a personas humildes. Y
no solamente a gente humilde: entrevistó a soldados, reservistas, ingenieros,
físicos, abuelos, niños. Qué pensaron, cómo sufrieron, qué secuelas tienen y
qué futuro ven.
“El mal no es en esencia una sustancia, sino
la ausencia del bien; del mismo modo que las tinieblas no son más que la
ausencia de luz”.
Esta mañana la tenía libre en el trabajo. He
terminado de desayunar, me he sentado en el sofá para leer un rato y no me he
levantado hasta que lo he acabado, cerca de la una y media; lo justo para ir a
correr y preparar la comida. Y otra vez se me han saltado las lágrimas con la
última historia. Una hermosa historia de amor truncada por el accidente. El título
del último capítulo… ¡todo el mundo debería leer alguna vez el último capítulo!
“Una solitaria voz humana”. Y comienza así: “¡Hace poco yo había sido tan
feliz!”, y cuenta su triste y hermosa historia.
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