La
Educación Sentimental, aun pareciéndome una obra maestra, la pongo por debajo
de su Madame Bovary. En ésta lo que se cuenta está muy metido dentro de la piel
de los personajes. Se plasman obsesiones, pensamientos, anhelos. Madame Bovary
era él, pero también es el Quijote francés: una mujer delirante, contaminada por
sus lecturas. En La Educación hay más… vida burguesa; las aspiraciones de un
joven para subir en la escala social del dinero y de las mujeres, teniendo como
fondo la revolución de 1948.
Por cierto, leí un párrafo en la novela con
el que estoy muy de acuerdo. Y eso que lo pronuncia un industrial, dijéramos,
conservador, discutiendo con Arnoux, que le presenta las diferencias entre el
socialismo malo y el bueno.
“-Es un derecho
escrito en la naturaleza. Los niños defienden sus juguetes; todos los pueblos
son de mi opinión, todos los animales; el mismo león, si pudiera hablar, se
declararía propietario. Así, a mí, señores, que he empezado con quince mil
francos de capital, durante treinta años levantándome regularmente a las cuatro
de la mañana; que he tenido dificultades de quinientos mil diablos para hacer
mi fortuna, ¿me vendrían a sostener que no soy dueño, que mi dinero, que la
propiedad, en fin, es un robo?”.
Son siempre geniales sus metáforas y sus
comparaciones: “Frédéric fue desde el cafetín a casa de Arnoux, como impulsado
por un viento tibio y con la tranquilidad extraordinaria que se experimenta en
los sueños”.
En fin, una novela que refleja los tiempos
que vivió Flaubert en París de un modo siempre certero. Ya en la
correspondencia con Colett decía que era un suplicio armar toda la trama y
darle forma a ésta, la novela que se traía entre manos. En aquellos tiempos
pocas distracciones más había y quizá por eso se hacen de otra manera. Pero a
los que nos gusta leer siempre nos parecerán estos escritores bálsamo para los
ojos y la mente.
Chapeau para Flaubert.
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