domingo, 30 de agosto de 2015

ANTONIO MUÑOZ MOLINA. CÓRDOBA DE LOS OMEYA.




  En alguna conversación alguien me confesó que este libro había sido uno de los que menos le había gustado. Quizá el aire de ensayo erudito espantó a la fémina que me lo dijo. El caso es que a mí me ha gustado mucho. He aprendido bastante sobre un periodo tan interesante y oscuro de la historia de España.
  Este libro relata varias historias: la llegada de los musulmanes a España y a Córdoba en particular. La historia de la mezquita y la historia de varios personajes en su devenir. Es la primera vez, yo creo, que leo un libro de Antonio Muñoz Molina centrado en la historia. Siempre han sido novelas o libros de artículos. Es bueno también en esto. “Las crónicas y las leyendas sobre la conquista musulmana de España sugieren siempre una médula de traición para explicar el desastre: traición de los judíos, del conde Julián, de los nobles y obispos hostiles al rey Rodrigo…”. El Conde Julián: se dice que el rey Rodrigo forzó a su hija y que su padre lo traicionó facilitando la entrada de los moros.
  La historia de la mezquita es una de las historias más tristes de los sucedidos en torno al arte. “Ya no es posible deleitarse con plenitud y perderse sin remedio en la mezquita de Córdoba: la delictiva catedral incrustada en ella desfigura y oscurece irreparablemente su espacio y abunda en la peor escoria de las imaginerías barroca, como si el único propósito de quienes la construyeron hubiera sido escarnecer la convicción islámica de que la divinidad no puede ser representada sin sacrilegio”. Es decir; la iglesia, engañando al Rey Carlos I dejó su huella imborrable por los siglos de los siglos; nefasta huella. “Yo no sabía qué era esto, pues de haberlo sabido no habría permitido que se tocase lo antiguo, porque hacéis lo que se puede hacer y lo que hay en cualquier parte, y habéis deshecho lo que era singular en el mundo”.
  Se habla mucho de escritura y de lectura; de memoria: “Los hombres libro de Ray Bradbury no son una invención futurista, sino una cofradía dispersa por el Islam medieval”.

domingo, 23 de agosto de 2015

JOHN HERSEY. HIROSHIMA.




Muchos fueron los periodistas que utilizaron la frase: “A las ocho y quince minutos de la mañana del día seis de agosto de 1945 estalló sobre Hiroshima la bomba atómica” y no estuvieron allí, pero pocos como Hersey fueron sobre el terreno a contar historias humanas acerca de aquel ataque. En un instante murieron cerca de cien mil personas. Muchos quedaron heridos y mutilados, horriblemente desfigurados; quemados, ciegos, con dolores insoportables. Y este periodista norteamericano, que se encontraba por la zona cubriendo noticias para el New Yorker, quiso entrevistar a seres humanos y cómo cambiaron sus vidas. Fue editado en una revista en el año 46, ampliada sucesivamente en 1973 y 1985. Cuando murió, en 1993, en Key West (quizá me crucé con él por esas calles tan de estilo colonial en mi viaje que hice allá en el año 92), dijeron de este reportaje: “el más famoso artículo de revista jamás publicado”.
  El estilo del periodista no pierde el tiempo en sentimentalismos o en tremendismos. No se duele de los sufrientes: los observa y lo relata, asépticamente. Posee una de las características que más admiro en un escritor: la contención. Sólo así uno puede apreciar lo más horrible.
  Aparte de todo eso el libro tiene una teoría: la bomba no fue estrictamente necesaria. Japón estaba militarmente destrozado y ya se habían enviado cables negociando una rendición. Pero EEUU lanzaba la bomba sobre Japón para avisar a la Rusia. Mi teoría durante años es que Japón era un imperio duro de pelar. Los soldados eran los más disciplinados y estaban listos para morir por su patria. El desgaste de los aliados era ya tan tremendo que la opción de la bomba era un atajo tan atractivo que fue difícil de rechazar.
  En el artículo el autor eligió unos cuantos personajes, unas cuantas personas: un médico, una bibliotecaria, una niña, etc. Y les hace un seguimiento hasta el final de sus días. Sus sufrimientos, sus triunfos, sus avances en la enfermedad. Y pone de manifiesto una realidad terriblemente aumentada: la guerra moderna de entonces no solo aniquilaba a contemporáneos, también lo hacía con las generaciones venideras. Millones de japoneses sufrieron los efectos de la bomba años después.
  Magnífico el prólogo de Juan Gabriel Vásquez, y magnífica la traducción. Si alguien quiere enterarse de qué va este libro sin leerlo, cómo se gestó y la historia que vino después (pero como dice la publicidad, todo el mundo debería leerlo) le bastaría con leerlo. “El lector de Hiroshima es una especie de Marlowe contaminado; el libro es una de las tantas versiones de Kurtz, ese gran contaminador”. Como destaca acertadamente “El horror, el horror…”, es una palabra que aparece solo en dos ocasiones. “Sus caras completamente quemadas, las cuencas de sus ojos huecas, y el fluidos de los ojos derretidos resbalando por las mejillas”.
  Importantísima esta lectura de este libro en el setenta aniversario de lo que nunca debió ocurrir.
  Mi madre cumplía aquel día 4 años.
 

domingo, 16 de agosto de 2015

GUSTAVE FLAUBERT. LA EDUCACIÓN SENTIMENTAL.




   La Educación Sentimental, aun pareciéndome una obra maestra, la pongo por debajo de su Madame Bovary. En ésta lo que se cuenta está muy metido dentro de la piel de los personajes. Se plasman obsesiones, pensamientos, anhelos. Madame Bovary era él, pero también es el Quijote francés: una mujer delirante, contaminada por sus lecturas. En La Educación hay más… vida burguesa; las aspiraciones de un joven para subir en la escala social del dinero y de las mujeres, teniendo como fondo la revolución de 1948.

  Por cierto, leí un párrafo en la novela con el que estoy muy de acuerdo. Y eso que lo pronuncia un industrial, dijéramos, conservador, discutiendo con Arnoux, que le presenta las diferencias entre el socialismo malo y el bueno.
“-Es un derecho escrito en la naturaleza. Los niños defienden sus juguetes; todos los pueblos son de mi opinión, todos los animales; el mismo león, si pudiera hablar, se declararía propietario. Así, a mí, señores, que he empezado con quince mil francos de capital, durante treinta años levantándome regularmente a las cuatro de la mañana; que he tenido dificultades de quinientos mil diablos para hacer mi fortuna, ¿me vendrían a sostener que no soy dueño, que mi dinero, que la propiedad, en fin, es un robo?”.
  Son siempre geniales sus metáforas y sus comparaciones: “Frédéric fue desde el cafetín a casa de Arnoux, como impulsado por un viento tibio y con la tranquilidad extraordinaria que se experimenta en los sueños”.
  En fin, una novela que refleja los tiempos que vivió Flaubert en París de un modo siempre certero. Ya en la correspondencia con Colett decía que era un suplicio armar toda la trama y darle forma a ésta, la novela que se traía entre manos. En aquellos tiempos pocas distracciones más había y quizá por eso se hacen de otra manera. Pero a los que nos gusta leer siempre nos parecerán estos escritores bálsamo para los ojos y la mente.
  Chapeau para Flaubert.

sábado, 15 de agosto de 2015

3 al 9 de agosto. Suances.


                                                 POTES


  Pasados ya unos días en el norte. Santander, Laredo, Santoña, Suances…, Potes, Santillana del Mar, Fuente Dé…, el día de la partida, a la recepcionista del hotel, cuando liquidaba las cuentas, le he dicho: vosotros no sois conscientes de vivir en el paraíso ¿verdad? Me ha respondido que sí, y que incluso el cielo riega de vez en cuando el paisaje para mantenerlo verde. Suances, que es donde nos hemos alojado, tiene una de las playas más hermosas que he visto nunca: La Playa de la Concha y sobre todo la playa de Los Locos. Arena fina, mar lleno de olas espumosas y verdor por todas partes. Llenas de gente joven haciendo surf. Cómo me gustan los surferos. Yo, que me levantaba temprano para caminar mientras los otros se desperezaban, los vía salir con sus trajes de neopreno, corriendo por la arena con sus tablas de surf a cuestas, y luego bregar con las olas durante horas y horas... Buena comida –yo creo que he salido a kilo por día- y gente simpática. Y encima, en un puesto del paseo marítimo, había un tenderete de libros; muchos usados, y he encontrado dos joyitas a cinco euros: Una biografía de Lytton Strachey, de Michael Holroyd y Autorretratro sin retoques, de Jesús Pardo. No me lo podía creer: la gente pasaba por allí delante de todos esos libros tan baratos, y casi nadie miraba ni compraba nada. Pero, menos mal, que hablando con la dependienta, me confesó que sí vendían bastante, sobre todo literatura juvenil y de aventuras; algo es algo.

 
                                                 FUENTE DÉ

 Eso sí, días nublados y alguna llovizna por las tardes. Un lujo como de aire acondicionado y sombrilla naturales, en el que por las noches uno se tapaba felizmente con la sábana y la colcha.

                                                   UNA PAREJA APROVECHA PARA LEER EN LO ALTO DE FUENTE DÉ



                       PUERTA DEL MONASTERIO DE LIÉBANA


                       PLAYA DE LA CONCHA. SUANCES, AL ATARDECER.

Y aunque no he podido leer mucho, en las esperas, le he hincado el diente, precisamente, a La Educación Sentimental, de Flaubert. Grande Flaubert, y muy divertida la escena en la que Frédéric Moreau se bate a espada con el barón Cisy. Mucha preocupación, como ahora, por el dinero.

lunes, 10 de agosto de 2015

LUIS LANDERO. EL BALCÓN DE INVIERNO.




  En el noventa, cuando Círculo lanzó el éxito de ventas que fue Juegos de la Edad Tardía, lo compré y lo leí. Ese mismo año se llevó el premio de la Crítica y el Nacional de Literatura, para un autor primerizo. Trataba sobre la vida rutinaria y aburrida de dos personajes que se inventan otra personalidad, otros oficios y habilidades, otra realidad. Se me hizo algo pesado, así es que, como me pasa con otros autores, decidí no leer nada más de él. Pero años más tarde mi madre me regaló El Guitarrista, también de Landero. Algo debió ver en mi cara, que me preguntó si es que no me gustaba. Le dije que había leído un libro suyo que no me había gustado mucho. Sin embargo, El Guitarrista fue un descubrimiento. Hablaba de su época de aprendizaje de ese instrumento en el que yo también hacía mis avances. Hablaba también de su tío, del que tanto aprendió.
  Éste que me ocupa lo alabaron tanto en todas partes que tampoco me he atrevido a dejarlo pasar. En definitiva, El Balcón de Invierno es la narración de su infancia en un pueblo de Extremadura, en un entorno rural sin ningún contacto con los libros y de cómo se convierte por azares de la vida en escritor. Habla de su padre, un personaje perdedor y fanfarrón. Del amor de su madre, su abuela y sus tíos. Del traslado a un barrio de Madrid siendo apenas un adolescente. Cuántos de la quinta de los años sesenta podemos recordar cosas tan parecidas. Un libro entrañable, sentimental, a veces humorístico, y siempre magníficamente escrito.