viernes, 1 de mayo de 2015

SEBASTIAO SALGADO. LA SAL DE LA TIERRA.

  Ayer me disponía, como casi cada tarde, a dar un paseo caminando o en bicicleta, pero un poco antes de salir,  para ir haciendo boca, comencé a ver un documental que no había visto, La sal de la tierra. No pude moverme de la silla hasta que terminó. Luego ya era tarde y no tenía más energía que la necesaria para digerir tamaño espectáculo de vida y de muerte. Es sobre la biografía y la obra del fotógrafo Sebastiao Salgado. Está hecho por su hijo Juliano y por el estupendo realizador amigo, Wim Wenders.



  Apuntes:
  En el nordeste del Brasil, tierra seca y pobre con gran mortalidad, entierran a los niños no bautizados con los ojos sin cerrar. Dicen que así pueden encontrar su camino desde el limbo, pues es sabido –cómo puede ser el ser humano tan crédulo con un Dios tan cruel- que no van al cielo.
  Una vez llegó a un poblado en Bolivia en medio de las montañas, aislado de todo y de todos. Llegó Sebastiao con su pelo y su barba pelirroja y larga (ahora es como el Coronel Kurtz de Apocalypse  Now porque va sin pelo y ha visto todos los horrores). Decían los viejos del lugar que sabía quién era. Lo llevaban esperando desde siempre; esperaban a un ser enviado por Dios para observarlos; para comprobar que hacían el bien. 

 


    Sebasitiao Slgado viajó a todas las guerras coetáneas. Desplazados en Sudán, en Etiopía, matanzas en Vietnam, Ruanda, en Yugoeslavia. Cuando acabó (en un campamento grande como una ciudad desnuda, la mortandad por hambre y sed era de doce mil a quince mil diarios. Un hombre dejaba a su hijo pequeño en una montaña de cadáveres y volvía hablando con un amigo) se sintió enfermo. No creía en el ser humano. Nadie en la tierra, decía, merecería vivir después de todo aquel sufrimiento. Supo fotografiar con todo detalle que en la tierra se encontraba el infierno de Dante. Oh!! Las minas abiertas de Sierra Pelada…!!


 
  

  Después de sus viajes por la muerte viajó para hacer reportajes de naturaleza, paisajes, y ahí fue también un genio. Supo observar en la mirada de un gorila más profundidad que en la de un ser humano. Vivió entre indios del Brasil que desde hacía doscientos años no veían a un blanco (hablaban los cronistas de un pueblo que llevaban una caña colgando del labio inferior). Los encontró. Vivían en un paraíso en el que cada mujer tenía cuatro o cinco hombres y cada hombre cuatro o cinco mujeres. El jefe le hizo prometer que le regalaría su cuchillo cuando se fuera, pero él a su vez prometió que no daría nada a los indios para mantener su pureza. Llegaron a un acuerdo: él tiraría el cuchillo desde el avión y el jefe lo encontraría en medio de la selva.






Cuando le padre de Sebastiao murió heredó una finca que estaba pelada, un Sahel en miniatura. Una idea de su mujer hizo revivir la hacienda plantando millones de plantas y árboles. Ahora es un parque nacional. La esperanza de los hombres está, dice, en respetar a la naturaleza, en saber que el árbol es quien sustenta la vida y la esperanza.   

 


 La mano de la iguana, la mano de un guerrero medieval.

 


3 comentarios:

Unknown dijo...

Hola, estoy intentando seguirte, pero no me sale la pestaña, como podria seguir tu blog?

Saludos!

Hermi dijo...

Hola Cielo. Pues la verdad es que tendría que investigar. Lo hice hace varios años y no lo he vuelto a tocar. Sé que tengo algunos seguidores (pocos) pero no sé cómo lo hicieron. Lo que sí me da curiosidad es saber cómo has llegado hasta aquí. No me publicito en ningún sitio y quizá el principal destinatario sea yo mismo. Pero un yo mismo del futuro. Saber qué leí hace veinte años, qué me gustó, quién me encontró por casualidad.
En cualquier caso me meteré por dentro del motor a ver si encuentro algo.
Un saludo y dime por cuáles de los caminos que se bifurcan llegaste a este estanque de aguas... grises.

Isabel dijo...

Conmovida por la imponensia de las fotos de la crueldad de la humanidad y del rapido olvido que tenemos de todo nuestro dolor. El trabajo incansable de un maestro de la vida y del arte. Agradezco a él a su hijo y a todos los que hicieron esta magia posible. Gracias