martes, 26 de agosto de 2014

PHILIP HOARE. EL MAR INTERIOR.




  Pues sí; éste es el ejemplar que tan amablemente me envió la editorial por la “demolición” de mi ejemplar Leviatán, del mismo autor. Y lo primero que he de decir es que a éste no le ha pasado nada. Está impecable. Porque he de decir, también, que desde que era niño cuido los libros con esmero porque un tío mío me dio la bronca por haber doblado la esquina de una página a modo de marca página. Nunca he vuelto a hacerlo.
  Este libro de Hoare es como una continuación de Leviatán salpicado aquí y allá por retazos de su propia biografía. Tiene que gustarle a uno mucho el mar para que en pleno invierno, de madrugada y con niebla vaya uno a bañarse a un puerto de Inglaterra (un mar urbano), ¡y encontrarse con una foca de frente! Se queda embobado contemplando todo tipo de pájaros, gaviotas, mirlos, cuervos, collalbas; y no digamos contemplando todo tipo de criaturas marinas. Sigue hablando, cómo no, de Herman Melville; y que no decaiga. Ya hablaré de mi reciente relectura de su Billy Bud y del Benito Cereno. De personajes fascinantes como Terence Hanbury White, quien escribió en su diario: “porque tengo miedo de las cosas, del dolor y de la muerte, tengo que intentarlas”.  "El hombre, con respecto a los animales sólo tiene a su favor la palabra, pues ser el que mejor hace lo que se supone que sabes hacer mejor que nadie no confiere una superioridad absoluta sobre el resto mundo animal” "Qué sosiego si en el mundo no quedara un solo humano. Si existiera una orden religiosa que no sólo hubiera hecho voto de silencio sino que también hubiera decidido irse a la cama para siempre, con qué alegría me uniría a ella”.
  Habla de los primeros contactos de europeos con aborígenes de Australia; de animales extraños y para siempre extinguidos (pero dejando la remota posibilidad de que todavía quede alguno vivo).
  En definitiva, otra exquisita lectura para quien tenga curiosidad en este medio tan extraño para nosotros como es el mar; un mar que fue, querámoslo no, nuestro primer e inhóspito hogar.

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