lunes, 18 de agosto de 2014

LA PRIMERA GUERRA MUNDIAL CONTADA PARA ESCÉPTICOS. JUAN ESLAVA GALÁN.


  Me gusta el comienzo de este libro porque nos abre los ojos desde nuestra aparente tranquilidad. Podría pasarnos lo mismo ahora mismo; una calma que precede a la tormenta: “El 28 de junio de 1914 amanece radiante. En la próspera Europa, las fábricas están en plena producción; y las cosechas, listas para la siega”. “Gracias a los avances de de la ciencia y de la técnica nunca se ha vivido mejor”.
  Siempre me ha gustado el estilo ameno y didáctico de Eslava Galán desde que allá por el 88 leyera su divertidísima novela “En busca del Unicornio”. O la irreverente y socarrona “El catolicismo explicado a las ovejas”, como si quien te lo explicara fuera un viejo profesor simpático, sabio y genial.
  Se han escrito este año cientos de libros sobre la primera guerra mundial. Un centenario no se celebra todos los días. Estamos en agosto y justo hace un siglo millones de jóvenes se preparaban con alegría para resultar triturados por millones de toneladas de hierro como nunca en la historia había sucedido. ¿Cómo se puede engañar a las personas una y otra vez a través de la historia? Los líderes mundiales declaraban la guerra a otros como si enviaran invitaciones de boda. Viajar, navegar o volar (poco) se convirtió de pronto en una actividad peligrosa. Nadie dudaba en hundir un barco de pasajeros si éste infringía un férreo bloqueo. Los países ansiaban todo el mal posible de sus países enemigos sin importar la cantidad de sufrimiento a soportar de sus pueblos.
  Todos pensaban que estarían de vuelta a casa por Navidad pero hubo que esperar cinco años exactos. Desde el 28 de junio de 1914, día del asesinato del Archiduque, hasta el 28 de junio de 1919, fecha de la firma del tratado de Versalles. Millones de muertes, de dramas, de esfuerzo, de odios podría haber vacunado a la humanidad contra las guerras en un buen periodo de tiempo pero solo veinte años después desembocaría en una guerra en donde la exterminación pasó a ser una tarea meramente industrial.
  Cuando estaba en segundo de BUP tuve un profesor de historia muy bueno. Me acuerdo que nos llevaba muchos libros para que viéramos por nosotros mismos los avatares de los hombres. Nos exigía que tomáramos apuntes llenos de resúmenes o sinopsis, como lo llamaba él. Le entusiasmaba la prehistoria, el mundo de los egipcios, los griegos, los romanos; pero cuando llegábamos, casi a final de curso, al tema de las guerras mundiales, simplemente cerraba el libro y nos confesaba que era incapaz de enseñarnos todo aquel cúmulo de horrores, como si todo aquello hubiera pasado antes de ayer y le hubiera afectado personalmente. Pasados los años, como casi todo lo suculento que se hace en la vida, hube de emprender la lectura de todos estos temas por mí mismo, por puro deleite. Memorias, diarios, novelas, de todos los protagonistas que pasaron por allí.
  Perfecto libro de lectura para tener una idea precisa de lo que fue aquella carnicería y no tener que gastarse unos miles de euros leyendo las toneladas de libros editados en esta conmemoración.  

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