Al ir a guardar el artículo
recortado sobre el bosque de la muerte de J. J. Armas Marcelo en el libro de
ACTAS donde guardo todas las fotos de
prensa o artículos que me gustan mucho descubrí que se conjugaron en dos páginas
estos dos elementos: a la izquierda un recorte con una crítica del libro que
publicaron de Schopenhauer, Escritos inéditos de juventud. En la página de la
derecha estas dos fotografías sobre una misma mujer. Ignoro al autor o autora
de las fotos porque la recorté hace mucho tal cual.
Subrayados de la crítica del libro de Schopenhauer:
Ignoraron a un filósofo que, con gran anticipación, había pensado conjunta y radicalmente las tres grandes humillaciones de la megalomanía humana. La humillación cosmológica: nuestro mundo no es nada más que una de las innumerables esferas que pueblan el espacio infinito y sobre el que se mueve “una capa mohosa de seres que viven y conocen”. La humillación biológica: el hombre es un animal en el que la inteligencia sirve exclusivamente para compensar la falta de instintos y la inadecuada adaptación al modelo. La humillación psicológica: nuestro yo consciente no manda en su propia casa. Podemos agregar a estas humillaciones un cuarto motivo: su desconfianza profunda en la sociedad. Solo los seres vulgares se adaptan bien a esa sociedad, y tanto más cuanto más ruines.
Ignoraron a un filósofo que, con gran anticipación, había pensado conjunta y radicalmente las tres grandes humillaciones de la megalomanía humana. La humillación cosmológica: nuestro mundo no es nada más que una de las innumerables esferas que pueblan el espacio infinito y sobre el que se mueve “una capa mohosa de seres que viven y conocen”. La humillación biológica: el hombre es un animal en el que la inteligencia sirve exclusivamente para compensar la falta de instintos y la inadecuada adaptación al modelo. La humillación psicológica: nuestro yo consciente no manda en su propia casa. Podemos agregar a estas humillaciones un cuarto motivo: su desconfianza profunda en la sociedad. Solo los seres vulgares se adaptan bien a esa sociedad, y tanto más cuanto más ruines.
Continúa el filósofo: “Nos encontramos, en general, con que cuanto más
pobre y simple de espíritu es un hombre, más social será. Y que en el mundo no
cabe otra cosa sino la elección entre soledad o vulgaridad”.
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