27/02/2013
Cirugía de la
rodilla izquierda de S. Hospital Público de Móstoles. Entra en el quirófano a
las 08:41. Duración de la intervención: poco más de hora y media.
Entramos después a
hablar con el cirujano.
-La rodilla estaba mal. Peor de lo que mostraba la
resonancia. Hay fotos. Debajo de la rótula había tejidos parecidos a la carne
de cangrejo, deshilachada, producida por lesiones anteriores. La rótula –sigue contándonos
didáctico y divertido- es como una tienda de campaña. Los ligamentos son los
vientos y alguno estaba flojo, destensado. Simplemente lo hemos tensado
para darle estabilidad.
Miro el semblante
del doctor intentando escudriñar si lo que ha hecho es más especial de lo que
suele o ha sido para él –sería buena señal- una rutina más. No saco nada en
claro.
-También hemos
cambiado la posición de la rótula. Tendrá que llevar una rodillera de esas que
tienen un agujero en el centro.
S. espera en
reanimación, una especie de limbo donde se está supervigilado. Ahí cualquier
queja motiva una reacción del numeroso personal. Hablo un poco con ella. De la
cicatriz. Me cuenta lo que le han hecho a su amiga P. después de lo del
accidente. Una cicatriz que va del pubis a las costillas. Para mostrarme el
recorrido en su propio cuerpo baja la sábana con naturalidad y recorre el
camino con su dedo. Cómo la quiero. Viene una doctora de unos sesenta años. Cariñosa,
amable. Mete con una jeringuilla medicina en las botellas que cuelgan de la
barra. Mira los gráficos y los informes. Nos dice que la han operado con artroscopia
utilizando una técnica llamada “isquémica”. El nombre es de los que duelen como
curetaje o gutapercha. No es más que cortar la circulación sanguínea de la
pierna para no hacerrlo más escandaloso.
Me dicen que me
marche. Me quito la bata verde. ¿Qué función tiene una prenda tan fea y tan
liviana? Hacernos a los visitantes feos. No me imagino esa prenda cazando virus
ni bacterias. Me voy a tomar un café. Elijo para sentarme una mesa frente a un
gran ventanal y de espaldas a la gente. Me apetece estar solo sin ver a nadie.
Esta mañana he
empezado a leer un libro. Exquisito en el tono, en la forma y en el estilo. Es
el premio Anagrama de de ensayo 2012. La Ética de la Crueldad. De José Ovejero.
Son muchas las horas que ha de pasar uno sin hacer otra cosa que ayudar al
enfermo y, en mi caso, leer.
Despertar del efecto
de la anestesia es despertar de un buen sueño o al menos no de una pesadilla. La
herida empieza a hacerse notar. Encima uno ha de alegrarse porque no hay nada
peor en medicina que la ausencia total de dolor. Para sanar hay que soportar
dolor. La vida es cruel.
28/02/2013
Es la primera vez en
mi vida que pongo una cuña. Me vendrá muy bien como experiencia en un futuro no
muy lejano. Es más fácil de lo que imaginaba. Uno se convierte en hormiguita
hacendosa alrededor de la persona impedida. Un papel, limpiar, agua, un libro,
poner y quitar la tele, poner y quitar la bandeja de comida, dar un masaje,
intentar el consuelo, limpiar las lágtrimas, leer un pasaje, llamar a alguien cuando ella lo requiere. Por
la tarde se la llevan a hacer una radiografía y uno siente el alivio de no
hacer absolutamente nada durante un buen rato. Sigo leyendo.
“En este marco de
cultura liviana, incluso la violencia se transforma en representación inocua. La
violencia y la crueldad en la literatura y el cine son, la mayoría de las
veces, puro entretenimiento, está ahí para producirnos el cosquilleo que
nuestras vidas ya no nos producen”. Me acuerdo en la última de Tarantino
Djiango encadenado. Ver violencia y muerte mientras uno esboza una sonrisa de
perfecta satisfacción.
01/03/2013
Al parecer va a
estar otro día más, otra noche más. Me turno con J., menos mal porque se llega
a perder la noción del tiempo. Cuando uno llega a casa es como si viniera de
una juerga intensa. Abotagado, sin poder dormir. Como una borrachera seca. Por si acaso me llevo otro
libro pues me quedan pocas páginas. La Hoja Roja. Otro de Delibes al que han
encargado leer en el cole.
El libro de Ovejero
se divide en 6 partes. Una de ellas habla de siete libros que se pueden
calificar de crueles. Casi todos los he leído: El Astillero, de Onetti.
Meridiano de Sangre de McCarthy. Auto de Fe de Canetti. Historia del Ojo, de
Bataille, Deseo y La Pianista de Jelinek, Tiempo de Silencio, de Luis Martín
Santos. Sólo a Jelinek no he leído y me lo apunto en la lista de “comprables”.
En fin un libro para
subrayar y tener muy cerca.
“Según la intuición
de Schelling toda personalidad se sustenta sobre un terreno sombrío, que es la
base del conocimiento. Igual que el sonido del Big Bang que hoy captan los
sofisticados aparatos de los observatorios astronómicos recuerda el inicio
violento de la vida, en todo pensamiento –según Schelling- esa radiación
primitiva y “materia oscura” contiene una tristeza, un abatimiento que también
es creativo”.
“El lector suele
apreciar las novelas en las que los protagonistas hacen lo que él siente que
debería hacer pero no hace”.
“El amor es una
lepra, una enfermedad, que se empezó a transmitir a partir de organismos
unicelulares”. Auto de Fe.
Marcho a pasar la
noche cuidando a S. y leer bajo la luz mortecina de los
hospitales La hoja Roja. Por cierto, la Hoja Roja es “esa llamada prudente que
recuerda al fumador el próximo fin de su librillo de papel”.
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