He reflexionado estos días en qué es lo que
lleva a los grupos humanos al enfrentamiento. En España hemos tenido una época
de gran prosperidad. Nunca en la historia habíamos tenido tanta paz seguida. No
ha habido grandes cataclismos naturales, hemos recibido generosos fondos
europeos, hemos construido como cien mil hormigueros juntos. Mucha gente era
próspera y mucha gente de todo el mundo venía a buscarse aquí la vida. Y sin
embargo estamos otra vez en la antesala de un grave conflicto. Creo que no
hemos descubierto todavía la forma de convivencia medianamente perfecta. La
riqueza y el poder siempre tienden a concentrarse. Es mentira eso de la
democracia y eso de la soberanía del pueblo. Llega un momento en que a los
poderosos, enfrascados en sus luchas ruines, les importa un comino cómo viven
los gobernados. Entonces aparecen las revoluciones, la gente sufre y muere y
todo vuelve a empezar. Cambiarlo todo para que todo siga igual, como se decía
en el Gatopardo. ¿Dónde se halla el gobierno perfecto? Si nos imponemos un
régimen duro que evite la corrupción y el despilfarro nos seguimos convirtiendo
en monstruos. Ya se ha intentado con resultados catastróficos. Las herramientas
encargadas de las supervisiones, cada vez más y cada vez más controladas por el
mismo poder, no han servido para nada. ¿Estamos condenados a que apenas una
generación pueda vivir en paz?
El veinticinco de
septiembre empezaron las manifestaciones que quizá nos lleven a otra realidad,
a otra forma de relacionarnos. No sé si será mejor o peor pero lo que está
claro es que ésta actual, no funciona.
Se ha acabado el
verano. Lo recordaré el resto de mi vida. No siempre se cumplen cincuenta años.
He asistido a grandes conciertos. He viajado a sitios bonitos con amigos, con
la familia. Nunca olvidaré los acantilados salvajes de las Islas Cíes, los
pueblecitos encantadores de la Extremadura profunda, los apacibles días en la
costa murciana.
He leído buenos
libros. El que estoy leyendo ahora, extraordinario: El hombre que amaba a los
perros. A veces uno abre un libro y sabe que se convertirá enseguida en una
referencia. Historias de hombres reales, que recorren un camino lleno de
dificultades para encontrarse, para finalmente, matarse. Trotski y Ramón
Mercader.
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