jueves, 4 de marzo de 2010

Leopoldo Lugones

Conocí la existencia de este poeta y escritor argentino a través de la obra de Borges. Concretamente, por un microcuento –el primero de El hacedor- y en el que recrea un encuentro imposible entre él y Lugones y continúa: "...En este punto se deshace mi sueño, como el agua en el agua. La vasta biblioteca que me rodea está en la calle Méjico, no en la calle Rodríguez Peña, y usted, Lugones, se mató a principios del treinta y ocho..." Demasiado para mi: admirado por Borges y suicida...le tuve que seguir la pista.
Lugones fue una veleta política. Militó tanto en partidos de esencia socialista como conservadores, al final, ultranacionalista de la causa Argentina y desencantado, como no podía ser menos, con los gobiernos que se sucedían en su época –Borges decía que la solución política de Argentina era disolver el Gobierno y convocar elecciones democráticas doscientos años después-. Se vio pronto inclinado hacia la literatura y lo revolucionario, también por la ciencia.
Sin poder hacer comparaciones, se ve que fue una suerte de Borges antes que Borges: un ser humano lleno de sabiduría y cultura por todos sus poros –se dice que ya con diez años tenía una memoria portentosa que servía para amenizar las tertulias de la familia- Desde 1915 hasta su muerte es director de la Biblioteca Nacional de Maestros.
Tan desengañado está del devenir político y de las feroces críticas de sus coetáneos (a saber), que en un hotel de la Isla del Tigre, cerca de Buenos Aires, ingiere whisky mezclado con arsénico. Tenía sesenta y cuatro años.
Un poema suyo sobre la “historia de su muerte”:
HISTORIA DE MI MUERTE
Soñé la muerte y era muy sencillo:
Una hebra de seda me envolvía,
y a cada beso tuyo
con una vuelta menos me ceñía.
Y cada beso tuyo
era un día.
Y el tiempo que mediaba entre dos besos
una noche. La muerte es muy sencilla.
Y poco a poco fue desenvolviéndose
la hebra fatal. Ya no la retenía
sino por un sólo cabo entre los dedos...
Cuando de pronto te pusiste fría,
y ya no me besaste...
Y solté el cabo, y se me fue la vida.

No hay comentarios: