lunes, 15 de febrero de 2010

15/02/2010


Llevo unos días colgando comentarios en el blog de un periodista que me gusta. Ha cogido el filón de los objetos, de las moscas, de las cosas cotidianas de la vida. Éstos son en su orden junto con algún añadido.

1.- “Hay que tener cuidado con las moscas. Ya en el siglo pasado Pío Baroja se metió con ellas imaginando una república sin moscas, sin frailes y sin carabineros. Así que más tarde no se lo perdonaron ni los frailes ni los carabineros, ni por supuesto, las moscas”.

Aparte de esto yo también tengo algo que contar con respecto a las moscas. Cuando era niño viví en el norte de África. Las casas estaban encaladas y en los baños olía siempre a cañería. Había una bañera grande que casi nunca se llenaba de agua, para ahorrar. Pero en las ventanas se acumulaba tal cantidad de moscas, dispuestas al sol, tan sedientas, que cuando matabas unas cuantas con un trapo, estampándolas contra el cristal, muchas más iban a beber la sangre de sus compañeras, lo que nos daba la oportunidad de matar otro montón. Luego venía la mora y limpiaba unos cristales que nunca llegaban a estar del todo limpios. Las moscas nunca eran de todas maneras un estorbo. Convivían con nosotros junto a las cucarachas y las arañas y nosotros jugábamos con ellas. Una vez un primo mío le arrancó las alas a un moscardón y lo posó encima de su pene, el cual mantenía sumergido a excepción de su prepucio. Eso, al parecer, le procuraba gran placer.

2.- “Sí que es verdad que se acumulan cosas, fotos, recuerdos. E idioteces. Todos los años por estas fechas algún experto saca estadísticas de cuánto tiempo hacemos el amor los españoles; por comunidades. Qué cargante se va volviendo todo...
Por otra parte en algunas casas se acumulan libros, como es mi caso; cientos y cientos que son, porque los amo, lo menos prescindible de entre todas las cosas que voy guardando.
¿Cuál es el objeto al que tengo más cariño? una piedra de lava en forma de mierda que encontré en una playa de Cádiz. Era tan real, tan como recién salida, tan parecida a una caca humana, que casi no me atreví a tocarla, mojada como estaba en la orilla. Ahora es parte esencial de mi mesa de trabajo. Me inspira y sugiere cosas.
Me encanta esta faceta suya tan fecunda y doméstica, llena de insectos y cosas”.

3.- “Yo tengo unas tijeras escalpelo que se van por ahí de vez en cuando. Seguro que van a hacer de las suyas a montárselo en plan lesbiano con otras de peluquero que perdí junto con mi pelo. Las tijeras escalpelo las necesito para vivir. Me las regalaron hace mucho y sin ellas me crecen las uñas. Mis uñas de los pies son como una especie canija de mejillón. Sin estas tijeras es imposible cortar determinadas partes de las uñas de los dedos gordos de cada pie. Una vez tardó más de la cuenta en regresar de sus correrías eróticas y sufrí mucho porque me hacía sangre en los dedos. La busqué por toda la casa, rincón por rincón, pero no aparecían. Hasta que desesperado desmonté un sofá y ¡voilá! allí estaba, con cara de no haber roto un plato.

Los objetos, estoy convencido, tienen vida propia cuando se pierden. Seguro que muchas veces se cansan de nosotros y se van por ahí a descansar. Hay veces que pasa mucho tiempo entre que los perdemos de vista y los volvemos a ver; tanto que ya no los queremos y los miramos de soslayo y les decimos: ahora que te den, macho, ahí te quedas. Hasta nosotros nos cansamos de nosotros mismos, hartos de pensar las mismas cosas, de decirlas de la misma forma. Ahora me estoy acordando de un rotulador naranja con punta de cerámica que se fue hace mucho tiempo y con el que escribí una poesía de amor: ¡hace ya tanto tiempo!”

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