Varias generaciones han crecido pegados a la pantalla cuando echaban por TV la serie de Sandokán. Más se han dejado las pestañas leyendo sus emocionantes y exóticas aventuras.
De la vida de Emilio Salgari se saben pocas cosas para haber sido un autor de tanto éxito. Al igual que London, me recuerda a literatura juvenil -de altísima calidad- pero sin duda, ha ejercido una gran influencia en infinidad de escritores.
Nació en Verona en 1862, estudió para marino para vivir aventuras y estuvo viajando por diversos países, lo que le valió para inspirarse en sus más de quinientas narraciones. Los Tigres de Mompracem, El Rey del Mar, La Venganza de Sandokán... están entre las más famosas. Aunque los últimos tres años de su vida apenas escribe una angustiosa frase cada año. Después de haber convertido a tres editoriales en millonarias, se encuentra en la más absoluta ruina.
No sé si tendrá algo que ver, pero ponía a parir a los países coloniales, a los que acusaba de ser unos buitres carroñeros.
Con treinta años se casa con la actriz Ida Peruzzi y tienen cuatro hijos. Con lo que recibe de los editores apenas tiene para sustentar a su familia y en 1910 intenta suicidarse por primera vez. Y no transcurre mucho tiempo hasta que la mañana del 25 de abril de 1911, mientras paseaba por la ribera del río, desesperado por su situación, casi ciego, con su mujer ingresada en un manicomio, se detiene, extrae de su bolsillo una navaja de afeitar y se hace un verdadero estropicio: se raja el vientre y luego la garganta. Se desangra y tienen que identificarlo por la cartas amargas que lleva en el bolsillo. Tenía 48 años.
Qué injusta es la vida con algunas almas notables...
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