domingo, 8 de noviembre de 2009

El retiro del artista


08/11/09

Vuelvo a leer El árbol de la Ciencia después de veinte años. Justo veinte años. Lo sé porque dejé entonces un billete de metro con su fecha de números gastados. De entre todos los del 98, de Pío Baroja es de quien más cerca me siento. Pronto se dio cuenta del fastidio que supone, casi siempre, tratar a los demás cuando no tienes más remedio. Una inteligencia sensible como la suya le hacía sufrir ante las injusticias y las imbecilidades de la gente. Muchas veces añoraba refugiarse, apartarse a un lugar donde no tuviera que exponerse ni dar cuenta a los demás. Es curiosa la cantidad de artistas que quisieron esconderse en un aislamiento permanente. Kafka escribía a su amante que añoraba poder apartarse de todos, de su trabajo insulso y de la estupidez humana.

Montaigne, retirado en su Château de Montaigne, harto de bregar para apaciguar a católicos y protestantes y demás tonterías. Giuseppe Tomasi di Lampedusa, retirado en su palacio principesco de donde no salía nada más que para desayunar cafés con bollos leyendo el diario.

Castilla del Pino, el prestigioso psiquiatra y escritor, contó en su Casa del Olivo, que siendo joven imaginó un habitáculo subterráneo donde esconderse rodeado de sus libros, accesible sólo mediante una escala que sólo él pudiera retirar.

O Huysmans que hace decir a su querido personaje Des Esseintes que “ya por entonces empezó a soñar en una refinada Tebaida, una confortable ermita en el desierto, un arca resguardada en tierra firme, en donde pudiera refugiarse del incesante diluvio de la estupidez humana”.

Gilles de Rais, el artista del crimen sádico, que se retiró en su castillo cuando vio que el destino le privaba de su gran amor platónico, Juana de Arco, vengándose así de Dios.

El poeta Friedrich Hölderlin quien enfermo mental se pasó sus últimos treinta y seis años retirado en la casa de un ebanista amigo.

San Juan de Patmos que por “orden divina” se encerró durante años en una habitacición-cueva del Monasterio que lleva su nombre y escribió esa pesadilla que es el Apocalipsis. ¿Cómo se puede escribir una cosa tan infernal desde una cueva donde se divisa un paisaje tan amable? –yo estuve allí y era claustrofóbico-.

Hay un artista que decidió dar la espalda a sus admiradores en la cima de su éxito como pianista: Glenn Gould. Cuando reventaba los teatros de todo el mundo se apartó en su casa concediendo tan solo su tiempo a los ingenieros de sonido para grabar toneladas de buenas interpretaciones de Bach. Nunca me canso ni me cansaré de escuchar su música. La música de Bach tiene mucho de matemática pero Glenn Gould supo insuflarle su espíritu excéntrico y sensible, ayudado por una técnica insuperable.


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