viernes, 11 de septiembre de 2009

Yukio Mishima


De Mishima sólo he leído Confesiones de una Máscara y algunos textos por ahí sueltos. A raíz de la lectura de un libro delicioso de Javier Marías (Vidas Escritas) hace algunos años, ahondé un poco más en la vida de este escritor japonés.
Mishima era un ser contradictorio. Por un lado abogaba por una postura en defensa de la tradición de Japón y por otro sentía atracción por la cultura occidental. Se declaró homosexual; razón de más para vivir en un mar de confusiones, viendo el lugar y la época que le tocó vivir.
A Mishima le gustaba aparecer con el torso desnudo (tenía un cuerpo musculoso debido al ejercicio) y en ocasiones se hacía clavar saetas de pega a fin de parecer un San Sebastián de oriente. Mishima era una personalidad extraña. Era exhibicionista. Se dice que era de trato agradable y en la conversación se reía con gran estridencia. En su Confesiones de una Máscara, tengo subrayados muchos párrafos aludiendo a sus ideas suicidas, asesinas e incluso, antropófagas. Yo creo que buscaba belleza en el acto último del suicidio. Mirad este párrafo:
(Quería morir entre desconocidos, sin que nadie me molestara, bajo un cielo sin nubes. Y, sin embargo mi deseo era diferente de aquellos sentimientos expresados por el antiguo griego que deseaba morir bajo un sol resplandeciente. Lo que yo quería era un suicidio natural, espontáneo...)

Se puede decir que el suyo es uno de los suicidios más espectaculares de la historia. Se sabe que lo realizó delante de muchos testigos. En su libro, Marías se explaya en los detalles morbosos de la última ceremonia. A groso modo ocurrió así:
Mishima creó una pequeña guardia seudo-militar. Con la excusa de enseñar una espada Samurai a un Coronel, entró con cuatro acompañantes a su despacho y lo secuestraron. Exigió que formara toda la guarnición en el patio principal para que escucharan una arenga. Varios oficiales desarmados intentaron detenerlos y más de uno se llevó un buen sablazo. La tropa comenzó a mofarse de él y a insultarlo. Se introdujo de nuevo en el despacho y se preparó para el harakiri. Le pidió a uno de sus soldados (probable amante) que lo decapitara una vez se hubiera abierto las tripas. Pero falló hasta tres veces rajándole los hombros, la espalda y el cuello pero sin llegar a acertarle en la cabeza. Otro de sus soldados menos nervioso, cogió la espada y decapitó limpiamente a ambos. Esa misma mañana había entregado a su editor su última novela. Dijo que el harakiri era la masturbación definitiva. Tenía cuarenta y cinco años.

3 comentarios:

Jenofonte Perez dijo...

Hace poco conseguí una visión sobre su vida y obra de Marguerite Yourcenar. "Mishima o la visión del vacío". Me gustó, no me llevó a cimas, ni a simas, insospechadas de la prosa, pero me gustó.

saluditos

Hermi dijo...

Lo tendré en cuenta.
En cualquier caso, buena mezcla.
Saluditos.

Anónimo dijo...

Harakiri no es suicido.
Suicidio means ''defeated self''.
In harakiri: you win.

Yukio Mishima