Sostenía Walter Benjamin en 1933 que nos estamos volviendo pobres. Pobres en cuanto a la capacidad de narrar experiencia: “Las gentes volvían mudas del campo de batalla...”. Para mí ha sido un descubrimiento leer algunos ensayos de este escritor y filósofo alemán. Si tecleamos su nombre en un buscador, veremos unos cuantos de sus escritos. Casi todos traducidos magistralmente del alemán por Jesús Aguirre: otro descubrimiento. Aparte de que fue el último marido de la Duquesa de Alba y de que había sido jesuita, apenas sabía nada. Pero resulta que era un erudito de tal envergadura que era capaz de recitar un discurso de memoria; ¡¡en griego!!. En fin, una cosa lleva a la otra. Creo que como a Zweig, a Benjamin, le parecía que “su mundo” se desvanecía. Y por eso hacía el esfuerzo de mirar hacia atrás, hacia lo obsoleto y darle una nueva fuerza. Muy interesantes algunos comentarios que hace sobre el acto de narrar. Acosado por las huestes de Hitler, Benjamin se suicidó con una sobredosis de morfina en Port Bou, en la frontera franco española. En 1940. Tenía cuarenta y ocho años.
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