Segundo libro leído en este 2023 y ya ha
salido el gordo. Me ha encantado. Cuántas ganas tenía de leer a este sabio
judío. Cuántas veces lo he encontrado en diversos libros aquí y allá como
referencia indiscutible. Se educó en un hogar donde las lenguas (naturales)
eran el francés, el inglés y el alemán. Su padre le enseñó a través de
profesores eruditos griego y latín.
Quería
leer este libro antes de Un lector, el libro de crítica literaria que me llama
con su voz potente. Tiene toda la pinta de ser un pozo de sabiduría y goce.
Once capítulos para hablar de cosas
esenciales de la vida. La significación del lenguaje. Las peculiaridades
eternas del pueblo judío. Dios. La traducción. La música. La educación. La
vida, la muerte y la eutanasia. Cuestión resuelta en tres o cuatro párrafos
demoledores. Todo con una profundidad que muchas veces me ha hecho cerrar el
libro para encajar el golpe. “En el fútil grito del niño, en la agonía muda del
animal torturado, resuena el “ruido de fondo” de un horror posterior a la
creación, posterior al momento de ser separados de la lógica y del reposo de la
nada”.
Esta frase me ha llamado la atención porque
hace unos pocos días vi la película Ruido de Fondo, basada en la novela del
mismo título de Don Delillo. En dicha novela se narran las consecuencias de un
escape de gas tóxico en un pueblo. Y se describe el ruido de fondo de la
sociedad actual: los coches, ese ruido de la era digital: pitidos, alarmas,
avisos. Los aviones, los coches. Steiner se confiesa coleccionista de
silencios. Los busca y los guarda como oro puro. Ese ruido, creo yo, es la
metáfora que emplea el autor para referirse al grandísimo tostonazo que supone
la mera existencia.
En la frase yo entiendo ese ruido de fondo
como las acumulaciones de maldad, de crueldad, de odio, de guerras que han
poblado permanentemente el mundo. Él se pregunta por qué no podría haber sido
de otro modo.
“Muchas veces me he preguntado, he fantaseado
de manera infantil, si la historia de la humanidad no es la pesadilla
transitoria de un dios durmiente”.
Y recuerda otra frase que también podría
describir por sí misma la frase: “En la reciente república estadounidense,
Thoerau encontraba que la mayor parte de sus conciudadanos vivía en una serena
desesperación”.
Resumiendo: este mundo es un poco mierdoso.
El libro está editado en Siruela, una de mis
favoritas. Papel amarillento y de gran gramaje. Buena tipografía y pastas
duras. El anterior dueño tenía ya sus propias frases subrayadas. Así, para
distinguirlas de las mías he puesto un circulito en el margen.
“El judaísmo, al igual que el islam, es
iconoclasta; teme la imagen y desconfía de la metáfora”.
Su padre se esmeró en una educación elitista.
Gran cultura. “Nunca me permitía leer un nuevo libro hasta que no hubiese
escrito y sometido a la valoración de mi padre un informe detallado del libro
que acababa de leer”. Tiene guasa que yo haya tardado casi sesenta años en hacer
algo parecido.
“Se me instruyó que en la literatura, como en
el arte, originalidad significa regreso a los orígenes (lección esta tan cierta
como empobrecedora si se aprende demasiado pronto)”.
Le da una importancia fundamental a la
traducción: “Sin traducción habitaríamos en provincias lindantes con el
silencio”. Y reflexiona sobre la expansión absoluta del inglés americano: “La
idea de un mundo más o menos monóglota no es ya inconcebible”.
“La censura es la madre de la metáfora”. Idea
profunda. Me estoy dejando muchas frases subrayadas pero esta lo pedía a
gritos.
Hace una defensa apasionada de la eutanasia.
Yo entiendo perfectamente su postura y si pudiera la pondría en práctica a
nivel global: “Los enfermos terminales, los ancianos, consumen cada vez más
recursos, tiempo y energía de los jóvenes en nuestros sistemas sanitarios”. “Cuando
llegue el momento espero encontrar mi propia salida”.
Libro fundamental ya para mí. Que me hace grande
porque él sabe de mi pequeñez. “El que piensa grandemente debe equivocarse
grandemente”. Dijo Heidegger. También los que piensan pequeño “pueden
equivocarse grandemente”.
“Esta es la democracia de la gracia o de la condenación”.