lunes, 21 de noviembre de 2022

TRAVESIAS. JAIME SALINAS. MEMORIAS.

  Cómo me gustan estos libros editados en Tusquets que son de memorias, diarios, biografías. Tanto que los tengo en la zona más noble de mi biblioteca.

  Este libro lo encontré en la feria del libro de octubre en Recoletos. Lo compré junto a los diarios de Kafka y vi tres o cuatro más que me hubiera llevado. Pero uno ha de ser disciplinado y mantener las ganas de llevarse dos maletas llenas.

  Estas memorias abarcan desde el año 1925 a 1955. Cuenta las dificultades que tuvieron que pasar para cruzar la frontera al estallar la Guerra Civil. Les pilló en Santander. Y todo por un detalle tonto. El padre estaba en París pero su madre, su hermana y él no. En la bolsa del equipaje sobresalía el mango de una raqueta. Y unos milicianos se dieron cuenta. Les preguntó para qué quería una raqueta, que esas cosas, el tenis, era cosa de burgueses y que por menos de eso habían liquidado a otra gente. Pudieron embarcar pero una vez en alta mar tiraron la raqueta al mar. Los niños no entendían nada.

  Ya estudiando en EEUU se dio cuenta de la importancia de la obra de su padre, Pedro Salinas. Todo el mundo hablaba bien de él. Pero cuando le preguntaban si había leído su obra pensaba: “Si he llegado a tener conciencia del valor de su obra no ha sido por mérito propio, sino por lo que he oído decir o por haber leído lo qe otros decían. (Por ósmosis, como diría Javier Pradera). Esto de leer por ósmosis también se lo he oído decir a Trapiello.

  Y luego las contradicciones que hubo de vivir en la guerra mundial. “En la guerra, o acabas por comprenderlo todo o no comprendes nada”.

  “Nunca disculpamos a los nazis, primeros responsables de lo que ocurría a nuestro alrededor. Pero también podíamos ver que los nuestros, los que defendían la democracia y la dignidad humana, los buenos de la película, eran capaces de generar sus propias monstruosidades”.

  Jaime Salinas sabía francés a la perfección por ser el idioma en el que su madre hablaba, inglés desde niño por ser el idioma en el que estudió gran parte de lo que estudió y español por ser la lengua del padre. Eso te abre las puertas de muchas casas, de muchos contactos, y después de intentarlo en el mundo del cine, fracasando, y de entrar en España con un visado de turista se quedó en su país y con el tiempo fue nombrado director del Libro y Bibliotecas por el ministro Solana.

  Siempre se llevó mal con su padre pero al final entendió el valor del poeta y profesor: “Era un profesor brillante, entretenido, que tenía la habilidad de relacionar la literatura con el arte y la historia, y aderezarlo todo con anécdotas de la vida cotidiana. A pesar de mi ignorancia, jamás me aburrí escuchándole, pero su talento no bastó para vencer mi resistencia a dedicar mi vida al hispanismo”.

  Pedro Salinas cayó enfermo de cáncer de médula y murió en el hospital con sesenta años. Y una cosa curiosa. En aquella época de primero de los cincuenta en EEUU te metían en la habitación que te correspondía por categoría en el trabajo y él como profesor de Harvard le correspondía una alta y por lo tanto más cara. De nada sirvieron las protestas. De haber durado más se hubieran arruinado aún más.

  Me ha gustado. La vez que vea sus próximas memorias, su oficio de editor, lo compraré. Fue amigo de Gil de Biedma, de los hermanos Ferraté, de Barral…

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