El presidente del cambio.
Ha querido la casualidad que en el año que se
cumplen cuarenta de la llegada al poder de Felipe González y con la publicación
de Un tal González o el de Nacho Varela, Por el cambio, yo vaya al punto limpio
y me encuentre en el contenedor de papel tres libros de Victoria Prego
dedicados a, entonces, los presidentes que había tenido la Transición. Y por
eso, como aperitivo a los otros dos, lo he leído. Y debo decir que me ha
encantado. Porque está narrado con ese tono solemne, dramático si se quiere, de
sus buenos documentales sobre aquellos años en TVE.
El
libro por tanto es del 2002, cuando se cumplían 20 desde su victoria en las
elecciones. Y uno que ha leído muchos periódicos y artículos de aquella época
se ha enterado ahora, o ha recordado, hechos narrados en este libro.
Debo decir que me ha costado el tema de
subrayados. El anterior lector lo ha hecho con ahínco, pero solo hasta la
página treinta. Además de poner palabras de desacuerdo o frases con algún
insulto. A partir de entonces parece que se calma y deja de emborronar, o,
quién sabe, deja de leer. A mí no me ha ocurrido lo mismo. Me ha encantado de
principio a fin.
Una de las primeras ideas del presidente una
vez que se hace con la presidencia del gobierno es la de que los españoles “se
reconcilien con el pasaporte”. Modernizar, europeizar.
Cosas que no sabía: “El plan abortado
pretendía hacer estallar una bomba debajo del estrado en el que se iban a
encontrar los Reyes, el príncipe de Asturias, el presidente del Gobierno y
otros altos cargos el día 2 de junio en La Coruña, con motivo del desfile de
las Fuerzas Armadas”. Para que digan algunos que todo estaba escrito.
Hace un repaso de todas las reformas a las
que se quiso aplicar en España. Y de las primeras, la reforma militar. Ante una
declaración impertinente no te peleas con un general, simplemente lo sustituyes
y pones a otro. Parece más fácil de decir que de hacer, en aquellos años. Y los
militares empiezan a respetar al presidente socialista de manera decidida,
dentro de las tensiones lógicas de las situaciones que se iban desarrollando.
Luego narra las tensiones con la iglesia. Los
temas delicadísimos que hubo que abordar: el divorcio, el aborto. Y cómo ha de
templar gaitas con los obispos para recordarles que él debía gobernar para
todos y no sólo para los católicos.
En el año 77 Guerra y González “habían hecho
una visita a Moscú en el transcurso de la cual habían afirmado ante los
dirigentes soviéticos que se opondrían a la ampliación de los bloques
estratégicos y, por lo tanto, a la integración de España en la OTAN”. Cómo
cambian las películas. En este caso, y bajo mi punto de vista, para bien.
El Gal, y el sinsentido de sus crímenes. “En
enero de 1984 ETA mató al teniente general Guillermo Quintana Lacaci, capitán
general de Madrid cuando se produjo el intento de golpe de Estado del 23 de
febrero de 1981, y cuyo comportamiento resultó decisivo para detener la
intentona golpista”.
Como resumen, el pensamiento del posiblemente
mejor presidente desde la Transición: “Haber logrado la reconciliación de los
españoles con su pasaporte. Eso es lo que más me satisface”.
Décadas después hay que plantearse de nuevo
esta cuestión, toda vez que hay españoles que no lo quieren ver así y siempre
tienen un motivo falso o verdadero para echar las culpas al gobierno de sus
taras.
Para más adelante: Suárez y Calvo-Sotelo.