miércoles, 6 de abril de 2022

CARMEN MARTÍN GAITE. USOS AMOROSOS DE LA POSTGUERRA ESPAÑOLA.


   Desde que leí hace no mucho El proceso Macanaz, tenía ganas de leer este otro ensayo de la escritora salmantina. Esta mujer escribía muy bien, si bien, como se ve, me interesan más los ensayos que las novelas, Nubosidad variable mediante.

  Para escribir este libro le sirvió de ayuda la beca de la Fundación Juan March durante los años 1984-1986. ¿Cómo investigó? Pues consultando miles de periódicos de la época, revistas, fotografías, cartas, consultorios, etc, creando una imagen, y qué imagen, muy aproximada de la pobreza amorosa de la postguerra.

  “Para todas las mujeres españolas entre cincuenta y sesenta años, que no entienden a sus hijos. Y para sus hijos, que no las entienden a ellas”.

  Esta es la dedicatoria escrita el año de publicación, 1987. En el 87 tenía yo veinticinco añitos y a mi madre le faltaban unos pocos para los cincuenta pero ambos entendemos lo que quiere decir. Ahora sí, ahora yo tengo casi sesenta y mi madre ochenta. Y lo entendemos aún mejor; más mi madre que vivió su juventud en los años cincuenta y sesenta. Es curioso cómo mi pasado, mi nacimiento se acerca al final de la guerra, apenas poco más de veinte años. Una España rancia, gris, llena de imposiciones morales, de advertencias, de curas, de conciencias y malas conciencias, pero en la que, como en todos los tiempos, los jóvenes se las arreglaban para terminar juntos y revueltos.

  Ya lo decía Víctor Klemperer: el tirano, el dictador, hace y se apropia del lenguaje, le cambia el significado de las palabras. Impone la pureza de la lengua propia en contra de la “contaminación” que pueda venir de fuera. “nuestro servilismo intelectual hacia el país del brioche y del bidet.  Se invitaba a rechazar semejantes neologismos”. Y atentos: “para que no infesten con amapolas ociosas los trigales del idioma vigilante y erecto desde la atalaya de su nido secular”.

Gran imagen cuando narra la aparición –en aquellos años de plomo y de censura- de La codorniz: “Era como un globito rojo que se le hubiera escapado de las manos a un niño en pleno desfile de la Victoria, y algunos lo miraban subir con recelo pensando que podría contener dinamita”.

  Lo que decía el cardenal Gomá como resumen a esa época:

  “Y ellas, que andan por la tierra como diosas carnales, buscando los ojos de sus adoradores, no piensan que, dentro de poco, aquella figura tan alabada, tan adorada por los hombres sensuales, será un montón de corrompida materia que habrá de apartarse de la vista de los hombres por hedionda, que apestará con su hedor, que no tendrá más caricias que las de los gusanos que festejarán para devorarla”.

  Estas cosas yo las viví ya de refilón pero las escuché: que las mujeres eran de lo peor, que el hombre tenía que cuidarse de su maldad intrínseca, que las evitáramos. Lo que ha cambiado la película.

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