Este es el primer tomo de sus diarios editados en la editorial recién creada por ellos mismos, la familia al completo. Ediciones del Arrabal. Editado, pues, en el año 2021 y correspondiente al año 2009. Los mismos temas contados de manera parecida. Lo sé. Pero nunca, mientras viva él, dejaré de comprar el siguiente ejemplar y leerlo. He conocido a sus hijos pequeños, a su mujer y a él mismo mucho más jóvenes. Da igual, su forma absolutamente hipnotizadora de escribir ha hecho que quiera siempre leer más y más.
El otro día recordaba las veces que, hace años, husmeando las librerías me encontraba con los siete u ocho tomazos de estos diarios, por ejemplo en la Casa del libro de la Gran Vía de Madrid. Apenas sabía nada del autor, pero claro, esa dimensión me tiraban para atrás. Pero un día compré Seré duda, y dejé de dudar.
El libro es una chulada, una obra grandiosa de edición. Del mes de abril, a cargo de Alfonso Meléndez, Guillermo Trapiello y el propio Trapiello. Y tengo la alegre sospecha que con el tiempo subirá y subirá de precio como algunos de sus tomos, hoy prácticamente agotados, prohibitivos, si no quiere uno gastarse más de sesenta euros.
Las Viñas y sus escenas con animales. Sus lecturas. Las comidas aquí y allá: Impagable las que relata en París con gente distinguida. La estancia en Granda y la visita nocturna, a la luz de la luna a la Alhambra. Cuánto me recordó a la que hice hace unos años cuando hice el curso de inglés. Ramón Gaya, que no ha dejado de aparecer en ninguno de sus volúmenes, con su nombre completo y claro.
A veces corta el relato de lo que esté contando y suelta una gracieta, o un pensamiento canalla: “Cuando alguien titula Coños a su primer libro es porque piensa que está poniendo una picha en Flandes... ¡o en Glandes!”.
Las visitas a bibliotecas de gente recién muerta; qué tristeza da leer eso, pero qué curiosidad por saber los detalles. Sí, las mismas cosas, pero pintadas con colores distintos. Y cada vez es como si fueras a conocer una ciudad: ¿Cuándo una ciudad es igual cada vez que se va a visitarla? Nunca. “Conté que en mi caso estos libros son, más que diarios de viaje, un viaje en tiovivo”.
Sus gustos por los papeles, ya sean impresos o no, cartones, bolsas: “Eran bolsas increíbles, de unos papeles nunca vistos, impresas sobre cuchés blindados en tintas de una apretada densidad; sólo las bolsas, lo que valen, podrían alimentar a un niño del Congo durante un mes”.
La observación fina: “Vimos ayer a dos viejos sentados en un parque. Reían de buena gana, como dos muchachos. La jovialidad, a partir de los setenta, no se improvisa. Ha tenido que recorrer un largo serpentín de desgracias y sinsabores. Como el aguardiente. Por eso la jovialidad de un viejo tiene una mitad de cordial y otra de digestivo”.
En fin, es difícil comentar los diarios de Trapiello sin repetirse. He dicho antes que empecé por Seré duda. Ahora lo dudo. ¿La Manía? ¿Troppo Vero? Ahora no lo sé. Qué más da. Terminaré con el primer párrafo que le dedica J.A. Montano a la lectura de Quasi una fantasía:
“¿Por qué los lectores del diario de Andrés Trapiello esperamos cada nuevo tomo como si no hubiéramos leído tantos ya? Por la ilusión de la vida. En sus páginas ha ido elaborándose una vida que es también nuestra, y en cada tomo la retomamos y la vivimos, y si nos falta ese tomo es vida nuestra que se pierde. Tenemos ilusión por esa vida que es a su vez ilusión (en palabras)”. Imposible describirlo mejor.
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