viernes, 26 de marzo de 2021

En Silla de Pista. Miguel Ángel Aguilar.

 

   El otro día tuve que ir a Madrid para hacer unas gestiones y me pasé, como ya es costumbre, por una de mis librerías preferidas: Librería solidaria, en Argüelles. Y sin buscarlo encontré un libro que llevaba tiempo buscando desde que escuché la entrevista en la Juan March. Miguel Ángel Aguilar, el periodista veterano testigo de los más importantes acontecimientos vividos en este país desde los años sesenta hasta nuestros días: las memorias periodísticas En Silla de Pista. Y ahí, en la balda a ras de suelo lo tenían al módico precio de dos euros (20,50 nuevo). Se ha saltado la lista por el interés suscitado.

  Decir que Miguel Ángel Aguilar fue primero físico, como su bisabuelo y abuelo, y que luego fue “degenerando” hasta convertirse en periodista. Lo de degenerando viene de una anécdota atribuida a Juan Belmonte. En una ocasión una admiradora le preguntó cómo era posible que su banderillero se hubiera convertido en Gobernador de su provincia, ante lo que el torero, tartajeando, le contestó: “Pues ya ve usted, señora, de... de... de... degenerando”. Esta contestación, que me ha hecho mucha gracia, se la puede uno atribuir uno a Pablo Iglesias. ¿Cómo es posible que un líder estudiantil, agitador de masas, pico moral de los desfavorecidos se convierta en vicepresidente del gobierno? Pues eso de... de... de... degenerando.

  Las postrimerías del salazarismo y la revolución de los claveles, de la agonía de Franco, de los últimos fusilamientos en Hoyo de Manzanares, la Marcha Verde, del 23 F, la legalización del PCE, y de tantos hechos de la transición.

  “La conclusión básica sería que el terrorismo, los terroristas, cumplían con todo rigor la propiedad de la impenetrabilidad de la materia, aferrados como estaban al cuanto peor, mejor y entregados al principio elemental de la acción-reacción intentando incitar el golpismo que desenmascara el proceso emprendido hacia la democracia para presentarlo como una intentona de maquillar la dictadura en faso de eclipse”.

  Fue fundador del Club del usted pensando que sería beneficioso para los “hunos” y para los otros. También fue el inventor junto a su hermano del aplausómetro y de la ley de gravitación informativa. También es defensor de que el himno de España carezca de letra porque “la barbarie de Els Segadors, el himno adoptado de Cataluña. Así que un himno nacional como el de España, que por carecer de letra no puede ser cantado, solo pitado cuando las finales de Copa, es imbatible, tiene una superioridad garantizada a la que en modo alguno se debiera renunciar”. Analista de los medios: “la audiencia es capaz de repetir lo que ha escuchado en una emisora con la misma exactitud que si tuviera delante el texto grabado en bronce”.

  Tampoco le gustan las tonterías. Un día otro periodista, director de un programa donde él intervenía, abrió el informativo relatando el espanto de un padre que había matado a cuchilladas a su ex, a sus dos hijos y al portero. ¿Qué le parece? Mal, contestó. Y claro, se enfadó, el director.

  Contaba una buena amiga de Nueva Delhi en Nueva York: “se refería hace algunos años a la inmensa fortuna que les había costado mantener a Gandhi pobre”.  

  Observador de las declaraciones de otros, y otras: “la asesora de Defensa del Eliseo, Salomé Zouravichvili, quien en junio de 2001 pronosticó que la respuesta a la guerra limpia sin bajas propias y librada a distancia inalcanzable para el adversario sería el más sucio de los terrorismos”.

Me ha encantado. Como el álbum de fotos de un familiar querido que ha viajado mucho por el mundo y se entera de todas las vicisitudes. Por cierto que es el de en medio de un montón de hermanos y se metía en líos desde niño: “Hijo mío, no entiendo nada. Tú eres del Opus, y yo sé que estos del Opus unos son ministros, otros banqueros, otros son no sé qué, pero a esta casa solo viene la Guardia Civil a preguntar por ti al portero”.

 

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