jueves, 20 de agosto de 2020

DIARIOS 1932-1987. MIGUEL TORGA.


 
  A este escritor –siempre seguimos a un escritor porque nos lo recomendaron de palabra o por escrito en algún libro- quise leerlo porque en el diario de Rafael García Maldonado que leí no hace mucho, se hablaba con entusiasmo de él y de los diarios. Me puse a buscarlo y enseguida supe que me iba a costar. En algunos sitios lo tenían de segunda mano pero no eran baratos y encima uno no sabía en qué condiciones estarían así que lo busqué en librerías nuevas. Después de varios intentos lo encuentro en la preciosa librería Babel de Palma de Mallorca y en la Lagún, de San Sebastián; en las demás, nada de nada. Llamé a Mallorca. Me dijeron que acababan de vender el único ejemplar. Pareciera que alguien hacía lo que yo, en el mismo orden: leer los diarios de García Maldonado y seguidamente los de Torga. Tuve más suerte en la librería de San Sebastián. La mujer me dijo que sí, que lo tenía en la mano. Con la cara del escritor de perfil. Hay una versión anterior que no me interesaba. Vi el precio en su página web. 25 euros. Les envié el correo con mi dirección y les dije a qué cuenta ingresar el dinero. La sorpresa: que no valía eso, que como era difícil de encontrar y el precio era alto en segunda mano me cobraban 40 más ocho de transporte. Dudo que eso sea legal. Incluso estuve ojeando la ley de librerías y del libro pero no quise ir más allá. Pagué. Lo considero una contribución a lo mal que lo están pasando las librerías.
  Me ha gustado sin llegar a lo que me gustan los numerosos volúmenes de mi querido Trapiello. Aquí son más diarios interiores que los de Trapiello que habla de interiores, exteriores y lugares. Más explicativo y menos reflexivo.
 1932-1987. A partir del 62 deja de ser historia para convertirse en historia viva: yo ya estaba aquí. A pesar de su amor por España a veces recuerda tiranteces y refranes: “De España ni buen viento ni buen casamiento”.
  A veces instantáneas de la condición humana: “¡El pueblo! ¡Qué solidaridad la del pueblo! Esta mañana y después de la noticia trágica de la muerte de ciento cincuenta pescadores, la única reacción de la criada fue esta:
    -¡Hoy no va a haber pescado en el mercado!”
El papel del intelectual en el rincón llamado Portugal: “Ser escritor en Portugal es como estar sepultado y garabatear en la tapa del ataúd”.
  A los políticos: “Precisamente porque son políticos, confían más en la bonanza de la mentira que en la marejada de la verdad”.
 


  Para los que tienen la pretensión de escribir un libro:
   “Hoy, en el café, alguien ha enseñado un álbum de fotografías del Tíbet. Picos agudos como gritos y agudos como puñales.
-¡Y pensar que todo esto tiene que quedarse redondeado!- se lamentó el compañero.
-¡Aplanado, raso, deshecho! -aclaró otro, con furiosa precisión- Unos miles de años de erosión, y ya está…
  ¡Y yo, oyéndolos con las pruebas tipográficas de un nuevo libro mío en el bolsillo!...”
  Y esta mañana, en el duermevela se me ha ocurrido  que la poesía es también presentar a dos palabras que no se conocen para que se hagan amigas. Cuando leo diarios que me gustan se me pegan cosas, como cuando se le pega a uno el deje si pasa mucho tiempo fuera de casa.
  Caminé por un mar de odio
Y me sepulté en el lobo.
  Del diario de Miguel Torga:
El poema como la doma de un caballo salvaje:
“Exhausto de tanto luchar con un poema. Ya hace un montón de días que andaba huyendo de sus añagazas, paralizado por no sé qué cobardía, y hoy he conseguido enfrentarme a él cara a cara. Y ha sido terrible. Cuanto más porfiaba yo, más se resistía él a caer en las redes de las palabras. Ahora que finalmente he encontrado los dos últimos versos, lo leo con cierto resentimiento. Es que todavía me parece una provocación”.
  Otra vez ganas enormes de irme de viaje a los sitios que describe: Su Coimbra, la ciudad donde vive, su aldea de nacimiento, Sao Martinho de Anta, el parque natural de Géres, el Alentejo, etc.
  “Soy una naturaleza condenada a dos vidas. Una que me gustaría volver a vivir y otra que me gustaría no haber vivido”.
  Y así estamos. Me encantó haber conocido a Adolfo Correia da Rocha, su verdadero nombre.


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