A pesar de que no me entusiasmó el libro de
Benjamin sobre su viaje a Rusia, he querido dar otra oportunidad a este
intelectual y suicida por si me convencía, y así compré este compendio que allá
por los setenta diera a conocer en España Don Jesús Aguirre, el que con el
tiempo llegara a ser el consorte de la duquesa de Alba. Y ahora lo tengo claro.
Para mí leer a Benjamin es como comer un mantecado La Estepa en verano y con
sed. Por cierto que acaban de encender las luces de Navidad en dicho pueblo.
Pronto el mundo será una sucesión de rebajas, navidades, y partidos del siglo. El
libro como se ha dicho se compone de varios textos comentados por el propio
Aguirre. El primero ya echa para atrás: demasiado intelectual, casi diría que
prosaico. Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos. No
recuerdo absolutamente nada. Comienza, eso sí, de una manera muy simple: Toda
expresión de la vida mental y espiritual humana puede concebirse como una especie
de lenguaje, y este enfoque provoca nuevos interrogantes en todos los campos,
como es propio de un método veraz”. Y como una melodía de Mozart comienza así
de simple y se va convirtiendo en un laberinto difícil de digerir. La cosa
mejora algo con el capítulo sobre Proust. Decae bastante, siempre desde el lado
del entretenimiento o del aburrimiento en el capítulo sobre el surrealismo. Se
pone más interesante en la “pequeña historia de la fotografía”. Sigue con “experiencia
y pobreza”, disertaciones sobre eso: Un anciano que dice en su lecho de muerte
a sus hijos que en su viña hay un tesoro escondido. Los hijos cavan pero no
encuentran nada. Al año siguiente esa tierra da los mejores frutos. Así se dan
cuenta de que el padre les heredó lo mejor que tenía, la experiencia, la
laboriosidad. En “El autor como productor” se mete con el fascismo. Lo pagó
caro.
En las “Conversaciones con Brecth” se dice
que “está convencido de que Kafka no hubiese encontrado su propia forma sin el
episodio del Gran Inquisidor de Dostoievski y aquel otro, en Los Hermanos
Karamazov, en el que el cadáver de santo starets comienza a apestar”.
“En el bosque hay troncos de diversas clases.
Los más gruesos se cortan para vigas de navío; con los menos gruesos, per, sin
embargo, vistosos, se hacen tapas para cajones y féretros; los más finos se
utilizan para varas; pero los raquíticos no sirven para nada: escapan a los
padecimientos de la utilidad”.
Este es uno de los pasajes que más me han
gustado. Sirve para describir lo bien que sobreviven los inútiles en todas
partes.
Se habla de Kafka y de Baudelaire, y un
capítulo aparte, como pensamientos pascalianos el capítulo “tesis sobre el
concepto de historia”. Buenas cosas. Y luego para terminar el atracón unas
doscientas páginas de notas. Demasiado para mi pobre intelecto. Muy bien debo
leer una recomendación para volver a Benjamin.
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