martes, 5 de noviembre de 2019

WALTER BENJAMIN. ILUMINACIONES.


  A pesar de que no me entusiasmó el libro de Benjamin sobre su viaje a Rusia, he querido dar otra oportunidad a este intelectual y suicida por si me convencía, y así compré este compendio que allá por los setenta diera a conocer en España Don Jesús Aguirre, el que con el tiempo llegara a ser el consorte de la duquesa de Alba. Y ahora lo tengo claro. Para mí leer a Benjamin es como comer un mantecado La Estepa en verano y con sed. Por cierto que acaban de encender las luces de Navidad en dicho pueblo. Pronto el mundo será una sucesión de rebajas, navidades, y partidos del siglo. El libro como se ha dicho se compone de varios textos comentados por el propio Aguirre. El primero ya echa para atrás: demasiado intelectual, casi diría que prosaico. Sobre el lenguaje en general y sobre el lenguaje de los humanos. No recuerdo absolutamente nada. Comienza, eso sí, de una manera muy simple: Toda expresión de la vida mental y espiritual humana puede concebirse como una especie de lenguaje, y este enfoque provoca nuevos interrogantes en todos los campos, como es propio de un método veraz”. Y como una melodía de Mozart comienza así de simple y se va convirtiendo en un laberinto difícil de digerir. La cosa mejora algo con el capítulo sobre Proust. Decae bastante, siempre desde el lado del entretenimiento o del aburrimiento en el capítulo sobre el surrealismo. Se pone más interesante en la “pequeña historia de la fotografía”. Sigue con “experiencia y pobreza”, disertaciones sobre eso: Un anciano que dice en su lecho de muerte a sus hijos que en su viña hay un tesoro escondido. Los hijos cavan pero no encuentran nada. Al año siguiente esa tierra da los mejores frutos. Así se dan cuenta de que el padre les heredó lo mejor que tenía, la experiencia, la laboriosidad. En “El autor como productor” se mete con el fascismo. Lo pagó caro.
  En las “Conversaciones con Brecth” se dice que “está convencido de que Kafka no hubiese encontrado su propia forma sin el episodio del Gran Inquisidor de Dostoievski y aquel otro, en Los Hermanos Karamazov, en el que el cadáver de santo starets comienza a apestar”.
  “En el bosque hay troncos de diversas clases. Los más gruesos se cortan para vigas de navío; con los menos gruesos, per, sin embargo, vistosos, se hacen tapas para cajones y féretros; los más finos se utilizan para varas; pero los raquíticos no sirven para nada: escapan a los padecimientos de la utilidad”.
  Este es uno de los pasajes que más me han gustado. Sirve para describir lo bien que sobreviven los inútiles en todas partes.
  Se habla de Kafka y de Baudelaire, y un capítulo aparte, como pensamientos pascalianos el capítulo “tesis sobre el concepto de historia”. Buenas cosas. Y luego para terminar el atracón unas doscientas páginas de notas. Demasiado para mi pobre intelecto. Muy bien debo leer una recomendación para volver a Benjamin.

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