El Rastro, como bien dice Trapiello, tiene
forma de raspa de pescado. Una calle principal, la Rivera de Curtidores, y
otras que son afluentes de esta. Sin embargo hay otras secundarias que también
son afluentes de estos últimos. Por eso me ha llegado a ocurrir algunas veces
que he llegado a una callecita donde nunca había estado y había
cambiado tanto, la calle o yo, que no la recordaba. Lo que quiero decir es que el
Rastro es distinto cada domingo y siempre sorprende. Hay días que no hay muchos
libros y uno se va a casa con la sensación triste de haber perdido el tiempo.
Otras veces hay muchos libros y se va uno a casa con la sensación un poco triste
de no haberse llevado más que los dos o tres que se permite.
Hace unos días un amigo me decía que se lo
iba a regalar, este libro de Trapiello sobre el Rastro, a su padre y que me
haría responsable a mí de que no le gustara. Esta es lo que le dije: “Dani, a
poco que le guste a tu padre leer y a poco que le guste Madrid, le gustará
mucho El Rastro, Historia, Teoría y Práctica. Estoy seguro además que con el
tiempo se revalorizará. Fíjate que está numerado cada tomo. El mío es el 293 y
lo compré en el Rastro, precisamente, ahorrándome unos eurillos. Huele a papel
bueno y a tinta gastronómica. Vamos, que se podría comer perfectamente”.
Es verdad que soy ahora más asiduo a este
mercado desde que leo, hace un poco más de un año, los fascinantes diarios de
Andrés. Y me gustan cada vez más. Eso sí, como él mismo dice, hay que llegar no
muy tarde porque a partir de las once más o menos ya no se puede transitar y es
enojoso acercarse a ver cualquier cosa. Es mejor llegar como muy tarde a las
nueve. En el Campillo del Nuevo Mundo se verán a los puesteros colocar la
mercancía preparada por la noche, fresca para nuestros ojos.
Tiene el libro observaciones impagables. Como
cuando describe un grupo de prostitutas drogadictas: “Están flacas, demacradas,
enfermas. No tienen fuerzas ni para orinar, y mean allí mismo, de pie, abriendo
el compás. Tratan de pasar levantadas el mono de la heroína, tembloteando, y la
higiene es la menor de sus preocupaciones: las vemos y decimos: ¿pero qué
hombres pueden irse con esas mujeres a pasar un rato? Y al verlos a ellos,
regateándolas el precio, lo comprendemos todo”.
También tiene anécdotas sabrosas como leer lo
de aquella mujer madura comprar por trescientos euros, sin regatear, una muñeca
antigua y llevársela toda nerviosa, como si se llevara algo robado.
“La política y la religión. Las dos cosas que
más se devalúan. Más incluso que los viejos manuales de Derecho y Medicina,
inservibles a los cincuenta años por el desarrollo de las leyes y la ciencia”.
Año 2018, año Trapiello. Año 2019, también, y
esperando como agua de mayo el nuevo tomo.
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