Las casualidades abundan en mi mundo de
lector. El 26 de junio decidí dar una vuelta por el Rastro con mi mujer y
recorrer ese sitio tan especial y concurrido, y luego tomar algunas cañas por
los alrededores (la primera frase del libro –otra casualidad- es “es la entrada
a un rastro. No se paga. Acceso gratis). Sólo hacía unos días que había
terminado de leer Egos Revueltos de Juan Cruz y ahí se hablaba entre otros
muchos de esta autora neoyorkina y precisamente de las vicisitudes de la
publicación en Alfaguara de esta novela, El amante del volcán. Llegamos y hacía un día soleado y no demasiado
caluroso para estar en pleno mes de junio. J. se compró varios fulares a un
euro. No quieras saber quién los ha hecho y de dónde vienen. Al rato pasamos por una librería de viejo. Y
aunque ella no quería el imán es demasiado poderoso para resistirme. Entré y
era un laberinto de pasillos atestados de libros usados. Miles y miles de
libros. Había que pasar con cuidado para no derribar montañas sujetas en
precario equilibrio. Iba buscando con pocas esperanzas de encontrarlo, los
diarios de Azaña, tanto me gustaron sus memorias del año 1932. No lo tenían
claro pero eché un vistazo y enseguida vi este libro del que había leído cosas
hacía tan poco. Lo compré y ahora lo he leído.
La novela es, se podría decir, una novela
histórica ambientada en las postrimerías de la revolución francesa, sobre la
figura de William Hamilton, su esposa y el almirante Nelson. Y se desarrolla
casi íntegramente en Nápoles, la ciudad en la cual pasé unas horas en el
crucero que hicimos por el Mediterráneo, con su volcán, su isla Capri y las
ruinas de Pompeya. Y siempre es un punto a favor de cualquier escrito tener
referencias personales del terreno donde se desarrolla. Pero creo que no es una
historia de amor a pesar de su título. El Cavaliere, el protagonista, tiene un
matrimonio de conveniencia con una mujer
“Catherine” y es también un diplomático británico en la ciudad. Se habla mucho
del volcán como espacio geográfico pero también como alegoría de la muerte y la
destrucción. “Cuán débil la línea entre la voluntad de vivir y la voluntad de
morir. Cuán ligera la membrana entre la energía y el torpor. Así, muchos más
sucumbirían a la tentación de suicidarse si se lo pusieran fácil”. “…cualquier
hoyo es un abismo, si está adecuadamente etiquetado”.
Se habla de muchos temas y el amor es solo
uno de ellos. El coleccionismo, el arte, la ópera, reflexiones en cuanto a la
música, la revolución… Una novela densa escrita por una mujer inteligente y que
por las cosas que he leído de ella, muy cercana a la idea que tengo yo del
mundo.
Leyendo cosas sobre ella he sabido que su
hijo David Rieff escribió un libro sobre su madre y sobre su muerte, acaecida
en diciembre de 2004. Ya lo tengo pedido. “Un mar de muerte”.
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