domingo, 21 de agosto de 2016

SUSANG SONTAG. El amante del Volcán.





  Las casualidades abundan en mi mundo de lector. El 26 de junio decidí dar una vuelta por el Rastro con mi mujer y recorrer ese sitio tan especial y concurrido, y luego tomar algunas cañas por los alrededores (la primera frase del libro –otra casualidad- es “es la entrada a un rastro. No se paga. Acceso gratis). Sólo hacía unos días que había terminado de leer Egos Revueltos de Juan Cruz y ahí se hablaba entre otros muchos de esta autora neoyorkina y precisamente de las vicisitudes de la publicación en Alfaguara de esta novela, El amante del volcán.  Llegamos y hacía un día soleado y no demasiado caluroso para estar en pleno mes de junio. J. se compró varios fulares a un euro. No quieras saber quién los ha hecho y de dónde vienen.  Al rato pasamos por una librería de viejo. Y aunque ella no quería el imán es demasiado poderoso para resistirme. Entré y era un laberinto de pasillos atestados de libros usados. Miles y miles de libros. Había que pasar con cuidado para no derribar montañas sujetas en precario equilibrio. Iba buscando con pocas esperanzas de encontrarlo, los diarios de Azaña, tanto me gustaron sus memorias del año 1932. No lo tenían claro pero eché un vistazo y enseguida vi este libro del que había leído cosas hacía tan poco. Lo compré y ahora lo he leído.
  La novela es, se podría decir, una novela histórica ambientada en las postrimerías de la revolución francesa, sobre la figura de William Hamilton, su esposa y el almirante Nelson. Y se desarrolla casi íntegramente en Nápoles, la ciudad en la cual pasé unas horas en el crucero que hicimos por el Mediterráneo, con su volcán, su isla Capri y las ruinas de Pompeya. Y siempre es un punto a favor de cualquier escrito tener referencias personales del terreno donde se desarrolla. Pero creo que no es una historia de amor a pesar de su título. El Cavaliere, el protagonista, tiene un matrimonio de conveniencia  con una mujer “Catherine” y es también un diplomático británico en la ciudad. Se habla mucho del volcán como espacio geográfico pero también como alegoría de la muerte y la destrucción. “Cuán débil la línea entre la voluntad de vivir y la voluntad de morir. Cuán ligera la membrana entre la energía y el torpor. Así, muchos más sucumbirían a la tentación de suicidarse si se lo pusieran fácil”. “…cualquier hoyo es un abismo, si está adecuadamente etiquetado”.
  Se habla de muchos temas y el amor es solo uno de ellos. El coleccionismo, el arte, la ópera, reflexiones en cuanto a la música, la revolución… Una novela densa escrita por una mujer inteligente y que por las cosas que he leído de ella, muy cercana a la idea que tengo yo del mundo.
  Leyendo cosas sobre ella he sabido que su hijo David Rieff escribió un libro sobre su madre y sobre su muerte, acaecida en diciembre de 2004. Ya lo tengo pedido. “Un mar de muerte”.

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