lunes, 2 de noviembre de 2015

UN PASEO POR EL BOSQUE. BILL BRYSON.




   Como hago de vez en cuando, hace unos meses fui a dar un paseo por Madrid por el simple placer de pasear y tomar un buen café con porras en las cafeterías donde suelen poner esas delicias y donde uno puede estar un buen rato saboreando el intenso olor a chocolate, leer lo que tenga uno más a mano y observar el deambular de la gente en sus quehaceres diarios. Y como siempre, al final acabé en algunas de las cada vez más escasas librerías bien surtidas que hay por la zona. Y una que me gusta cada vez más (quizá porque últimamente he encontrado las cosas que buscaba) es La Central. En el expositor que tienen en la planta baja, justo en la confluencia de la cafetería, suelen instalar libros con una determinada temática. En aquella ocasión era sobre la acción de caminar. Me los hubiera comprado todos dada mi afición, cada vez más intensa, de echar un pie después del otro. Pero como había tantos y tan atractivos solo elegí uno: Un paseo por el bosque, del siempre ameno y didáctico Bill Bryson. Yo creo que en este libro está el compendio de todo lo que un senderista desea encontrar: complicidad, humor, técnica (incluso se puede repasar la lista del material que hemos de llevar en el viaje; en éste caso una lista demencial de trastos por el volumen, la cantidad y el precio), sufrimiento, descripción de paisajes, cansancio, peligros, contacto humano, mapas, orientación, etc.
  El libro narra con el gracejo típico del escritor el viaje que realizó en 1998 por los Apalaches. 3500 km de longitud por bosques grandiosos llenos de árboles gigantes y osos peligrosos. Comienza en Maine y llega hasta Georgia, o al revés, porque aquí no hay una meta concertada como en el Camino de Santiago, por ejemplo. De hecho el mismo autor confiesa que para él no es importante realizar el sendero en su totalidad sino vivir una experiencia en él.
  Lo primero que sabemos de Bryson en esta aventura es que es un torpe y además está en una forma física deplorable. Para ello se hace acompañar de un antiguo amigo aún más desastroso que él con lo que en un principio solo cabe esperar que llegue la tragedia. Pero el humor y el carácter siempre son buenos compañeros a la hora de afrontar cualquier actividad, cualquier desafío.
  Y como siempre en sus libros, aparte de contarnos su vida, siempre interesantísima, nos habla de la historia, de la historia del territorio por donde discurren. Historias de asaltos de osos, historias de antiguos viajeros, de pioneros, de vidas. Y de datos: “Sólo un dos por ciento del territorio estadounidense se considera completamente habitado”. Reflexiones certeras ante el hecho de caminar, de recorrer un camino en la naturaleza durante varias jornadas, la mayoría de las veces en soledad: “La vida, además, pasa a ser mucho más sencilla. El tiempo deja de tener significado. Cuando oscurece te acuestas, y cuando sale el sol te levantas, y el tiempo entremedias es eso, el tiempo entremedias. En realidad es algo maravilloso”.
  El libro tiene 366 páginas pero se hacen tan amenas como un buen artículo de Jot Down Smart, al que por cierto me he hecho adicto en su versión matrimonial con El País.

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