miércoles, 18 de noviembre de 2015

PAUL PRESTON. EL HOLOCAUSTO ESPAÑOL.




 Cuando me toca leer un libro gordo, como es el caso, me llevo un bolso y lo llevo ahí junto a los demás utensilios: llaves, cartera, cargador, móvil, linternita, pañuelos de papel, caramelos, lápiz, bolígrafo, libretita…, (siempre he entendido a las mujeres con esto del bolso) y lo que sea, siempre que vaya mi libro. ¿Qué haría si me tocara esperar en la carnicería? ¿Ver cómo descuartizan las chuletas? No, me parecería estar perdiendo el tiempo.
  El “Holocausto español” es un libro duro, cruel, doloroso de leer. Cómo llegamos a convertir a nuestro país en un conjunto de manadas hambrientas de sangre de uno y otro color es algo que cuesta entender. El libro es una colección de hechos, de horrores, con nombres y apellidos, de deslealtades, de envidias, de injusticias, de sinsentidos… Uno se entera de historias que no se explica cómo no han sido llevadas al cine o al papel. Por ejemplo, uno de los primeros oficiales en morir: Virgilio Leret. Era ingeniero aeronáutico, piloto, de treinta y cuatro años, destacado en la base de hidroaviones de Melilla, por lo que se aprecia en la foto, apuesto. Detenido por haberse enfrentado a los rebeldes. Su mujer, Carlota O´neill, feminista de izquierdas, dramaturga y editora, fue detenida y separada de sus hijas. Fue acusada entre otras cosas de hablar en ¡¡ruso!! De ser subversiva y de ser responsable de los actos de su marido. La locura colectiva es posible. Sólo hay que aflojar la “tiranía” de la ley para que los demonios que llevamos dentro, las intrínsecas maldades, salgan de paseo.
"En la taiga hay que prever siempre la posibilidad de encontrarse frente a frente con una fiera. Pero nada es tan desagradable como tropezarse con un ser humano. La bestia, por lo general, huye a la vista de un hombre y no lo ataca más que si es perseguida. En ese caso, cazador y animal saben lo que tienen que hacer. Un ser humano es completamente distinto". Dersu Uzala, Arseniev.

  He sabido estos días de otro personaje de película guerra civilista leyendo el libro de Preston. Se trata de García Atadel. Era uno de los hombres al “servicio” de la República dedicado a buscar y encontrar, en las terroríficas noches de Madrid, quintacolumnistas y todo aquel que oliera a derechista. Pero en cuanto vio que se acercaban los de Franco quiso huir con tres maletas llenas de dinero y joyas robadas a sus víctimas. Partieron hacia Alicante con pasaportes falsos cubanos pretendiendo llegar a La Habana. Unas gestiones de Luis Buñuel y Luis Quintanilla (aquel del que hablé de los cuadros olvidados en Nueva York) hicieron que fuera detenido en Las Palmas. Posteriormente fue llevado a Sevilla donde lo ejecutaron a garrote vil en julio del 37.

  No hace falta irse muy lejos para saber de horrores. Otro de los casos sangrantes de la guerra nuestra: En febrero de 1937, Leopoldo Alas Argüelles, hijo del autor de La Regenta, rector de la universidad de Oviedo y ex subsecretario de Educación en las Cortes Constituyentes fue fusilado en Oviedo; al parecer no por sus políticas moderadas, sino por satisfacer el “deseo de venganza de la burguesía local  contra la figura de su padre”. Que en la novela había dejado en lugar incómodo tanto a la burguesía como a la iglesia.
  Otro caso fue el del gallego Pascual López, huido a los montes para escapar del avance de los nacionales y unido a la guerrilla. Su mujer lo esperaba junto a seis de sus hijos en la localidad coruñesa de Sobrado de los Monjes. Un hombre que llegó al pueblo les hizo saber que su marido estaba en un campo de concentración próximo a Oviedo. La madre envió a su hijo Pascualín, de ¡13 años! ¡a pié! en su busca. Semanas después llegó a Oviedo. Le costó otra semana encontrar a su padre. Por el día robaba comida y por la noche atravesaba las alambradas para dormir junto a su padre al raso. Un grupo de falangistas se los llevaron en penosa marcha a Gijón para ejecutarlos. Los viejos, débiles o heridos, eran masacrados. Padre e hijo llegaron hasta Musel. Al padre lo fusilaron pero solo lo dejaron herido de bala en una pierna (para que tardaran más en desangrarse) y su hijo lo ayudó sacándole el proyectil con un cuchillo y escapando de allí. Cuando se recuperó, Pascual envió a su hijo de vuelta a casa y él se unió de nuevo a la guerrilla. Murió poco después. De película.
  Al estilo un poco de Brenan, Preston también recrea qué de hueco y absurdo era el mundo de antes de la guerra. Frase de un sacerdote: “Las escuelas normales sin la enseñanza religiosa no forjarán hombres, sino salvajes”. “¡Comed República!”, sequía, hambrunas, manipulaciones descaradas de la realidad para fomentar el odio entre los españoles, como si fuera necesario, un mundo dominado por “Los Santos inocentes” donde las clases sociales eran estancas como una losa de mármol, la libertad mal entendida en la sociedad de la República, “la magnitud de la violencia contra el clero, la quema de iglesias, el asesinato de sacerdotes..:”, en fin un galimatías de odio y horror donde la vida valía nada y donde las cunetas y las tapias de los cementerios se llenaron de sangre a presión.
  Para resumir nada mejor que el caso que se cuenta en el epílogo del libro, el caso de Gonzalo Aguilera, un terrateniente salmantino que se jactaba de haber asesinado a varios de sus trabajadores nada más empezar la guerra. Era asiduo a una tertulia de médicos siendo de conversación inteligente pero tan irascible que poco a poco se fue quedando solo. Su mujer vivía aterrada por sus arrebatos y solicitó a sus dos hijos, que ya vivían por su cuenta, que fuera a estar con ella. Así lo hicieron pero la tarde del 28 de agosto del 64 los mató a los dos de un disparo. Cuando lo detuvieron iba hablando tranquilamente con los agentes. Murió ocho mese más tarde en un hospital psiquiátrico, enloquecido por lo que había hecho y por no poder soportar lo terribles remordimientos.

2 comentarios:

Patucos dijo...

Muy duro todo lo que tenga que ver con esa guerra, tal vez lo peor el grado de absurdo al que se llega, toda esa retorica grandilocuente babosa, el odio siempre gratuito, terrible, el libro "Topos" deja bien claro que la guerra no acabo en el 39 la represión continuo durante décadas sin piedad.
- Donde dices "---Sobrado de los Montes" , imagino que será Sobrado de lo monjes - Sobrado dos Monxes - Sobrado es un pueblo y el "monasterio de Sobrado dos Monxes".

Hermi dijo...

Hola, muy buenas. Gracias por pasarte. Pensé que este blog estaba preparado para avisarme de que había un comentario pero no ha sido así. Hasta ahora no lo había visto.
Sí al parecer es Sobrado de los Montes.
Muchas gracias.