En la pegatina con la oferta del VIPs donde
compré este libro venían dos precios: el de antes, 28 euros, y el de “ahora”,
2,95. Como me gustó mucho la película de David Lynch y el precio era irrisorio
me decidí a comprarlo para ver si el libro era capaz de mostrar más detalles de
los que mostraba la película. La respuesta es no. El libro se divide en el
cuerpo del mismo y en unos apéndices. Esos apéndices son lo principal y para
quien no quiera perder más tiempo le diría que lo único. Son los siguientes
documentos: La autobiografía de Joseph Merrick, un informe médico aparecido en
el British Medical Journal y el opúsculo del médico Frederick Treves, el único
que lo trató con cierto cariño. La parte principal de libro está tan basado en
estos tres escritos que, se puede decir, es una repetición, una pesada
repetición. Pero a la vez hay una duda,
aunque sea diminuta: ¿está mi impresión influenciada por la desvalorización del
precio? Quién sabe. En toda obra debe primar una ración generosa de encanto y
en ésta parece que le falta.
Algo salvable, este párrafo:
“Siempre que comentaba
sus lecturas, se hacía patente el vació que habían llenado los libros y la
realidad que tomaban en su mente. Hablaba de novelas como si se tratara de relatos de sucesos reales en lugar de
narraciones ficticias. Describía tramas como si fueran acontecimientos
recientes, reproducía conversaciones con gran lujo de detalles y hablaba de
personajes cual si gozaran de vida propia, abordando sus aflicciones y apuros
con sincera preocupación. Trayendo los libros a la memoria, llevaba una especie
de vida paralela a la suya propia, con la que suplía sus carencias vitales y
compensaba en cierta medida su falta de experiencias en el mundo real”.
Cuán necesitados estamos de afecto. Cuando el
Dr. Treves le presentó a una bella viuda, a la que previamente había avisado de
sus deformidades, y ésta le sonrió dándole la mano, Joseph Merrick no pudo
evitar sollozar. Luego le comentó al Dr. que era la primera vez en su vida que
una desconocida le había sonreído. Eso le dio una mayor seguridad y soñó con
ingresar en una institución para ciegos para enamorar a una bella invidente. Y
es que la esperanza es lo último que se pierde.
Del mismo Dr. Treves: “La
transformación no estaba en una fase avanzada: el hombre prevalecía sobre la
bestia. Este hecho –que siguiera siendo un ser humano- era el atributo más
repelente de la criatura”.
Yo añadiría que, imaginar seres tan deformes
y desgraciados, siendo conscientes de todas sus desgracias, es lo más
espantoso; la conciencia y la horrible certeza de espantar a tus semejantes.