A simple vista cuesta a priori
relacionar La Habana con cientos de refugiados judíos y con un cuadro de
Rembrandt en la que se representa a un hebreo con pintas de poder ser el
mismísimo Jesucristo. Pero enseguida, nada más comenzar a leer el libro, uno se
da cuenta que es de lo más lógico. En 1939 casi mil pasajeros del transatlántico
MS. Sant Louis, trataron de entrar en el
Puerto de la Habana sin conseguirlo. Venían huyendo despavoridos de Hamburgo. Una
familia lleva al parecer un lienzo del maestro holandés pero allí se pierde la
pista. El barco ha de volver y la mayoría perece en los campos de exterminio.
Con esta excusa histórica el gran autor cubano nos lleva de la mano por su
recurrente Mario Conde, reconvertido ahora en un ex policía dedicado al
comercio de libros antiguos, a un recorrido por los caminos que hace el valioso
tesoro. Lo quieren subastar en Londres pero ¿cómo ha llegado hasta allí? ¿Quién
se lo quedó? ¿Qué traiciones hicieron falta en el pasado para llegar a una casa
de subastas?
Mención especial y agradecimientos sin fin hay que hacer por habernos
llevado también a un viaje en el tiempo a los días donde los grandes maestros
flamencos ejercitaban su maestría y donde eran perseguidos por su propia
comunidad por ser precisamente, judíos. Cuánto de sin sentido está lleno la
historia.
Muy buena novela de este imprescindible de las letras cubanas.
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