Otro cumpleaños. Siempre he querido ser mayor de lo que
era: de niño ser adolescente, de joven ser adulto, de adulto ser más adulto en
independiente. Pero hay que tener cuidado con lo que se desea porque se acaba
consiguiendo. Y más hablando del paso del tiempo. Ahora quiero echar para atrás
pero las leyes de la vida lo impiden. Acabo de leer en el libro que leo estos
días que si a los cincuenta no tienes algún achaque es que estás muerto. Bueno,
ya he pasado esa frontera y de momento, como la canción de los Van Van, me
mantengo. Por cierto, triste la noticia de la muerte reciente de Juan Fromel.
El fundador y líder del grupo.
Doce años sin
fumar. Haciendo un cálculo generoso me he ahorrado unos trece mil euros. Y
quizá trece mil toses, o trece mil días de vida. Quién sabe. En cualquier caso,
una de las mejores cosas que he hecho en la vida.
Terminado de leer
el libro de un amigo. Es una autoedición de esas en las que el autor corre con
los gastos y en los que la editorial te “obsequia” con un par de cajas de
ejemplares. Luego ha de ir regalando o vendiendo entre familia, amigos y
conocidos como si fuera la lotería de navidad del colegio de los niños. El
libro trata sobre un halcón que cruza el paisaje de Asturias y lo cuenta. En
principio no tengo nada en contra de que el personaje sea una animal. Yo mismo
hice una vez un cuento cuyo protagonista era una rata de biblioteca. Con esa
excusa se hablaba de libros pero era tan malo que se perdió solo en algún
traslado; hizo bien. Lo hicieron muy bien antes, Esopo, La Fontaine, Samaniego y
más recientemente Javier Tomeo en su libro “Bestiario”. La pega viene cuando
uno sabe que no puede esperar a que un pájaro se relacione con los lugareños o
se tome una sidriña o tenga una aventura sensual con una moza. Para mí, si un protagonista ha de ser animal
tiene que ser solo en una fábula porque es para imitar el comportamiento del
ser humano. Pero un halcón que sólo es un halcón que habla es más bien un dron
que vuela encima de un google map. Y el
lenguaje. Ya que hacemos hablar a un pájaro que al menos tenga un estilo
elevado. Y no es el caso a mi entender. Más bien parece un pájaro que ha
imitado a los competidores de rap: “Para despertar aún más mis sentidos me alejo
de la tierra, me adentro en el mar, juego con el oleaje, las mareas, un
carguero en la línea allá al final, un barco pesquero dando bandazos, con
gaviotas alrededor, el sol subiendo, mirándose en el mar. De repente un ruido
ensordecedor perturba el momento y el lugar, un avión cruza de este a oeste a
gran velocidad, según mi hermano Alonso, el halcón peregrino indio o shasheen,
es el símbolo militar de la Fuerza Aérea de Pakistán, debido a su velocidad
solo sé que el avión es militar. Se desvanece el ruido, el que queda ya es
local”. En fin, puro rap. Y para terminar el capítulo: “…Desperté cuando
enfrente tenía un poste de la luz, y no era de madera sino de hormigón: un
reflejo en el último momento me libro (sic) de un gran chuletón”.
2 comentarios:
Mayor no quise hacerme nunca, es la verdad, y ahora que la costa de los cincuenta empieza a perfilarse entre la niebla -¡decrepitud a la vista!-, sigo sin explicarme cómo ha sucedido tan pronto. Suscribo lo del tabaco, y ya va para dos años. En cuanto a la personificación de los animales en la literatura, estoy leyendo "El maestro y Margarita", de Mijaíl Bulgákov, donde el diablo se hace acompañar en su visita a Moscú por un enorme gato que camina sobre su patas traseras, paga en los tranvías y se dirige a los espectadores de un teatro de muy malos modos. Este del libro que lees un halcón muy Juan Salvador, parece. Está bien que el autor lo haya dejado autovolar. Al final acabará por verse obligado a multiplicarse en todo el proceso: escribir-editar-distribuir-vender-criticar-comprar-pegar tejuelo de biblioteca-prestar a los socios-leer-y recomendar a un amigo.
Gracias por pasarte Juan. Acabo de cumplir 52 y la verdad es que me cuentro muy bien físicamente. Claro, con el sacrificio, y el gusto, de hacer deporte casi a diario. Fumar no lo echo de menos; me he convertido en un tirano antitabaco en el que hasta mis hermanos deben abandonar la casa en pleno invierno para dar sus viciosas caladas. El Maestro y la margarita me resultó muy curiosa. Otra forma brillante, como ha sucedido en tantos sitios, de saltarse la censura.
Un abrazo.
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