Cuando compré este libro, una tarde soleada
de noviembre, en la Cuesta de Moyano, el librero me dijo que hacía cinco
minutos que lo había puesto en el montón de los libros que se ponen enfrente de
la caseta. Las coincidencias de la vida; me estaba esperando. José Ortega
Spottorno, el autor, fue hijo del insigne filósofo español José Ortega y Gasset,
volvió a editar la Revista de Occidente, editor de Alianza, creador de PRISA y
fundador del diario El País. Al final de su vida quiso redactar estas memorias
que no le dio tiempo a ver publicada. En el libro se habla de su familia, sobre
todo por rama paterna, esto es, Los Ortega, aunque haya también, lógicamente,
referencias a su otra rama, los Spottorno. Habla de sus abuelos, todos ellos
grandes hombres de la cultura o la política. Pero claro, las páginas de mayor
interés están en las que se habla de su padre. Leyéndolas uno se hace una idea
cabal de cómo fue ese gran hombre. Y queda una idea de protagonista talentoso,
locuaz, cultísimo, seductor de masas, desengañado al final… pero, ¿quién era en realidad? ¿Qué postura
tomó ante la tragedia de nuestra guerra fratricida? Según su hija Soledad, en
el 36 hubo de refugiarse con la familia en la Residencia de Estudiantes por
considerarla más segura que su propia vivienda. Acertó porque esa misma noche
fueron a buscarlo. Allí se presentaron los de la Alianza para que firmara un
manifiesto de los intelectuales en defensa de la República. En principio se
negó: “No es eso, no es eso”, pero luego, unos dicen que obligado y otros que
después de que “resumieran” dicho manifiesto, lo firmó. Se encontraba con una
gran infección y más tarde, ya en el exilio, desde París, dicen, confesó que lo
firmó porque lo amenazaron gravemente. Quién sabe. En aquellos años las
tormentas de la locura arrasaban en todos los ámbitos de la sociedad. “Ser de
la izquierda es, como ser de la derecha, una de las infinitas maneras que el
hombre puede elegir para ser un imbécil”.
En definitiva, unas memorias agradables de
leer en las que me ha encantado saber que la primera colaboración en forma de
artículo del joven Ortega y Gasset fue entorno a la figura de mi admirado
Maurice Maeterlinck.
4 comentarios:
Marzo del uno, dos mil (xiv)
"Lumbre, Lucia"
Posible cuya palma
se extravie subita
sin tus acordes
en la guitarra
que queda vacia
sin el ancho "rumboso
de tus manos...
Posible cuya gracia
extranie al Sur tuyo
aunque quede "eco
en el hueco "oval
de tus cuerdas
en los cinco continentes.
Posible cuya huella
tambalee en pena
sin tu presencia,
eras callado pero siempre puntual
en tus noches de cita...
Ysa,
Un saludo Ysa desde una esplendorosa primavera adelantada.
Ostras!! No sé los motivos pero me ha costado mucho entrar en los comentarios. Cuando ya había desistido y cerrado tu blog, resulta que me aparece la posibilidad. Ahora no sé si es la de Ortega o la de Ridruejo (vaya chapuza de comentario).
Acercarnos a una época de la historia desde las vivencias de sus protagonistas siempre aporta una imagen vivida y llena, aún, de aliento vital. Aunque siempre es una visión subjetiva (el tema de los judíos lo demuestra).
Saludos!!
Gracias por pasaros. U-topía, yo lo veo fácil esto de insertar los cmentarios y mira que no soy ningún manitas con esto de la informática.
Un saludo.
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