“He visto cómo uno de mis amigos íntimos corría a viva fuerza a la
muerte, con una pasión verdadera y arraigada en el ánimo por varias clases de
razonamientos que no supe rebatirle, y cómo se precipitaba a la primera que se
le presentó ornada con brillo honorable, sin razón aparente alguna, con una
avidez violenta y ardiente. Tenemos muchos ejemplos en esta época de quienes,
incluso niños, se han entregado a la muerte por miedo a cualquier ligera
incomodidad. Y, a este respecto, ¿qué no temeremos, dice un antiguo, si tememos
lo que la propia cobardía ha elegido como refugio? Jamás terminaría de hilvanar
aquí la gran lista de aquellos, de cualquier sexo y condición, y de todas las
escuelas, en los siglos más felices, que han aguardado la muerte con entereza o
la han buscado voluntariamente, no sólo para eludir los males de esta vida,
sino, algunos de ellos, simplemente por escapar del hastío de vivir, y otros
por la esperanza de una mejor condición en otro sitio. Y tan infinito es su
número que, a decir verdad, me sería más fácil contar a quienes la han temido”.
LIBRO I CAPITULO XL. PÁGINA 352
Michel de Montaigne.
Dedicado a Marco, con todo el respeto.
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