Luego se dice que el
mundo es siempre el mismo. En la época en la que el periodista Stanley salió en
busca del Dr. Livingston, 1869, matar un elefante era una proeza alabada por
todo el mundo. Ahora ni siquiera el rey se lo puede permitir. O para ser más
exactos: se lo puede permitir pero luego ha de pedir perdón.
Desde la perspectiva
actual es muy extraño el comportamiento y las ideas que profesaba este hombre.
Consideraba la raza blanca como muy superior al resto. Detestaba a los negros a
los que calificaba de salvajes incorregibles aunque después de pasar varios
meses reconociera la belleza de algunas mujeres y la valía e inteligencia de
muchos hombres negros.
El libro se lee muy
bien en un estilo, como no podía ser de otra manera, periodístico, aunque en
ocasiones utilice la forma del diario. Las descripciones de los paisajes por los
que pasaba la interminable caravana son sublimes y no es de extrañar que haya
inspirado y estimulado a los escritores modernos de viajes.
Henry Stanley tardó bastantes
meses en encontrar al Dr. Livingston en la aldea de Ujiji, en la orilla del
lago Tanganika. Lo encontró gravemente enfermo y desposeído de todas las
pertenencias pues se las habían robado quienes debían guardarlas. Con la ayuda
del periodista se recuperó pronto y juntos exploraron el norte del lago. Puso a
su disposición todo cuanto llevaba. Los últimos capítulos son un panegírico
encendido de las virtudes humanas del Dr. Llegó a admirarlo profundamente. “Bajo
su aspecto exterior oculta un espíritu vigoroso y una vivacidad notable; a
pesar de su apariencia fatigada y enfermiza, su alma rebosa juventud; su verbo
es infatigable, su memoria asombrosa, y nunca faltan anécdotas, historias y
cuentos para distraer a sus oyentes. Lo he oído además recitar poemas enteros
de Byron, de Burns, de Tennyson y otros autores; y esto después de tantos años
pasados en África, donde no tenía libros”.
Hay que ser un
hombre muy seguro de sí mismo. Hay que tener talento para emprender misiones
tan descomunales como esas. Mucha determinación. Hay que tener habilidad para
tratar con toda clase de especímenes humanos.
No cabe duda que
estos dos hombres tenían todos estos pilares y muchos más.
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