lunes, 25 de febrero de 2013

David Foster Wallace

  Este escritor estadounidense nació el mismo año que yo. Cosecha del 62.  El doce de septiembre de 2008 se ahorcó al no poder seguir soportando la depresión que según su padre llevaba arrastrando desde hacía veinte años. Su médico está claro que no dio con el tratamiento adecuado. Al fin y al cabo, hasta para el amor, solamente somos química. Aunque como dice Fresán en un buenísimo artículo de ABC “Jonathan Franzen llegó a la conclusión y diagnóstico post mórtem de que «David murió de aburrimiento”. A raíz de esta muerte por propia mano leí muchos artículos de él como es obvio. Pero no he querido escribir nada hasta leer algo suyo. Elegí, quizá atraído por el título “Entrevistas breves con hombres repulsivos”.  No me gustó. Quizá rechace por temperamento a los autores que quieren contarlo todo, algo parecido a lo que me pasa con Bolaño. No sé, tampoco quiero calificarlo como dice Bret Easton Ellis: “Wallace es el más aburrido, sobrevalorado, torturado y pretencioso autor de mi generación… Un fraude y el mejor ejemplo de escritor masculino y contemporáneo persiguiendo con lujuria una especie de desagradable grandeza para la que, simplemente, no estaba capacitado…”.
  No sé, quizá era un tipo torturado incapaz de encontrar explicación a las cosas de la vida. Quizá demasiado complicado.
  “La persona deprimida sufría una angustia emocional terrible e incesante, y la imposibilidad de compartir o manifestar esa angustia era en sí misma un componente de la angustia y un factor que contribuía a su horror esencial”.
  LA PERSONA DEPRIMIDA de su libro de relatos: Entrevistas breves con hombres repulsivos.

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