Este escritor
estadounidense nació el mismo año que yo. Cosecha del 62. El doce de septiembre de 2008 se ahorcó al no
poder seguir soportando la depresión que según su padre llevaba arrastrando
desde hacía veinte años. Su médico está claro que no dio con el tratamiento
adecuado. Al fin y al cabo, hasta para el amor, solamente somos química. Aunque como dice Fresán en un
buenísimo artículo de ABC “Jonathan Franzen
llegó a la conclusión y diagnóstico post mórtem de que «David murió de
aburrimiento”. A raíz de esta muerte por propia mano leí muchos
artículos de él como es obvio. Pero no he querido escribir nada hasta leer algo
suyo. Elegí, quizá atraído por el título “Entrevistas breves con hombres repulsivos”. No me gustó. Quizá rechace por temperamento a
los autores que quieren contarlo todo, algo parecido a lo que me pasa con
Bolaño. No sé, tampoco quiero calificarlo como dice Bret Easton Ellis: “Wallace es el más aburrido, sobrevalorado, torturado y
pretencioso autor de mi generación… Un fraude y el mejor ejemplo de escritor
masculino y contemporáneo persiguiendo con lujuria una especie de desagradable
grandeza para la que, simplemente, no estaba capacitado…”.
No sé, quizá era un tipo torturado incapaz de
encontrar explicación a las cosas de la vida. Quizá demasiado complicado.
“La persona deprimida sufría una angustia
emocional terrible e incesante, y la imposibilidad de compartir o manifestar
esa angustia era en sí misma un componente de la angustia y un factor que
contribuía a su horror esencial”.
LA PERSONA DEPRIMIDA de su libro de relatos: Entrevistas breves
con hombres repulsivos.
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